domingo, 30 de agosto de 2009

Recortables



sábado, 29 de agosto de 2009

Yusmelis del Carmen Martínez

—¿Usted vio al acusado allí?
—Sí, él fue uno de los que llegó.
—¿Dónde estaba su hija?
—Ellos estaban al frente, jugando loterías.
—¿Y usted?
—Viendo la televisión.
—¿Qué vinculo tenia con la victima?
—Soy el padre.
—Diga: ¿usted estaba en su casa?
—En la sala, viendo televisor.
—¿Presenciaste los hechos?
—Sí, porque fue en la puerta de mi casa
—¿Sabe quiénes dispararon?
—Sí.
—¿Quién le disparo a su hija?
—Jarvi Martínez.
—¿Vió las armas?
—Sí.
—¿Cómo eran?
—Cortas y largas.
—¿Cómo se llama la hija que le amenazaron?
—Yusmelis del Carmen Martínez.

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República Bolivariana de Venezuela. Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Penal en Función de Juicio del Ciruito Judicial Penal de la Circuscripción Judicial del Estado Sucre-Cumaná.

viernes, 28 de agosto de 2009

We vill

jueves, 27 de agosto de 2009

Limonada

Cuando vino a mi casa meses atrás a medir
las paredes para las estanterías de libros,
Jim Sears no parecía un hombre que hubiera perdido
a su único hijo en las aguas profundas
del río Elwha. Tenía mucho pelo, parecía tranquilo,
restallaba los nudillos, vivía con energía, cuando
discutíamos sobre tablas y sujeciones, y este tono de roble
comparado con aquél. Pero ésta es una ciudad pequeña,
un mundo pequeño. Seis meses después, terminada
la estantería, montada e instalada, el padre
de Jim, un tal señor Howard Sears, el cual “colabora con su hijo”,
viene a pintar nuestra casa. Me dice -cuando le pregunto, más
por cortesía de ciudad pequeña que por otra cosa: “¿Cómo está Jim?”,
que su hijo perdió a Jim hijo en el río la primavera pasada.
Jim se culpa a sí mismo. “No se lo puede
quitar de la cabeza, añade el señor Sears. “Creo que también
se está volviendo un poco loco, añade, poniéndose
su gorra de Sherwin-Williams.

Jim tuvo que ver cómo el helicóptero
sacaba del río con una especie de tenazas
el cuerpo de su hijo. “Usaron algo como tenazas de cocina
para eso, imagínese. Sujetas a un cable. Pero Dios siempre
se lleva a los mejores, ¿no cree usted?”, dice el señor Sears.
“Sus designios son misteriosos.” “¿Qué piensa usted de esto?”,
quiero saber. “No quiero pensar en eso”, dice él. “Nosotros
no somos quiénes para ocuparnos de Sus designios. No somos
quiénes para saber esas cosas. Lo único que sé es que se
llevó con Él al pequeño.”

Sigue contándome que la mujer de Jim padre le llevó a trece
países europeos con la esperanza de que lo olvidase. Pero
no lo consiguió. No pudo. “Una misión sin cumplir”, dice Howard.
Jim cogió la enfermedad de Parkinson. ¿Qué más?
Ya ha vuelto de Europa, pero aún se echa la culpa
porque aquella mañana mandó a su hijo al coche a buscar
aquellos termos con Iimonada. ¡Y aquel día no necesitaron
la limonada !Señor, señor, lo que él pensaba de Jim
lo había contado cien - no, mil - veces desde entonces, y a todo
el que quisiera escuchar. ¡Si aquella mañana no hubieran hecho
la limonada! ¿En qué estarían pensando?
Además, si no hubieran ido a la compra al
Safeway la tarde anterior, y si aquella bolsa de limones hubiera seguido donde
estaba, con las naranjas, manzanas, uvas y plátanos.
Porque eso era lo que de verdad quería comprar Jim, unas naranjas
y unas manzanas, no limones para hacer limonada, pues aborrecía
los limones - al menos, ahora los aborrecía -, pero a su hijo Jim
le gustaba la limonada, siempre le gustó. Quería limonada.

“Veamos las cosas desde este punto de vista”, decía Jim padre.
“Aquellos limones tenían que venir de algún sitio, ¿o no?
Probablemente del Imperial Valley, o de otro sitio cerca de
Sacramento. Cultivan limones allí, ¿no?” Los habían plantado y
regado y cuidado y luego metido en cajas y mandado por tren
o en camión a este sitio olvidado de Dios donde uno no puede
evitar quedarse sin sus hijos. Esas cajas las descargaron del
camión chicos no mucho mayores que el propio hijo de Jim.
Luego tuvieron que desembalarlas esos mismos chicos y los lavó
otro chico que seguía vivo, andando por la ciudad, vivo y
respirando. Luego los llevaron a la tienda y los pusieron en
aquel cajón bajo aquel llamativo cartel que dacia: ¿Ha tomado
usted limonada últimamente? Y Jim retrocedía a las primeras
causas, al primer limón que se cultivó en la tierra. ¡Si nunca
hubiera habido limones, no habrían estado en la frutería del
Safeway! Bueno, entonces Jim todavía tendría a su hijo, ¿o no?
Y Howard Sears todavía tendría a su nieto, claro que si.
¿Entiende? Había mucha gente que participó en esta tragedia.
Estaban los granjeros y los que los recogieron,
los camioneros, la frutería del Safeway también Jim padre,
que estaba dispuesto a asumir su cuota de responsabilidad,
naturalmente. Era el que se sentía más culpable de todos.
Y seguía cayendo en picado - me dijo Howard Sears -.
Con todo, tendría que superarlo y seguir.
Con el corazón roto, cierto. Pero incluso así.

No hace mucho la mujer de Jim consiguió que éste aprendiese
a tallar la madera en una academia de la ciudad. Ahora intenta
tallar osos y focas, búhos, águilas, gaviotas, de todo, pero
no puede estar demasiado con cada criatura y terminar su trabajo,
es la opinión del señor Sears. El problema es -sigue Howard
Sears-, que cada vez que Jim mira su torno o su navaja de
tallar, ve a su hijo surgiendo del agua del río
cuando lo sacan -lo pescan con carrete se podría decir- y
se pone a dar vueltas y vueltas hasta que está arriba
por encima de los abetos, con unas tenazas agarrándole por
la espalda, y luego el helicóptero da la vuelta y sigue
río arriba acompañado por el rugido del zap-zap de sus
aspas. Jim hijo adelantó a los que le buscaban en la orilla
del río. Tiene los brazos estirados a los lados y despide
agua. Pasa por encima una vez más, ahora más cerca, y vuelve
un minuto después para que lo depositen, siempre con suavidad,
directamente a los pies de su padre. Un hombre a quien,
habiéndolo visto todo - su hijo muerto sacado del río
con unas tenazas metálicas y dando vueltas por encima
de la línea de árboles - sólo le apetece morir. Pero
la muerte es para los mejores. Y recuerda cuando la vida era
dulce y ya no puede encarar dulcemente lo que le queda de vida.



Raymond Carver

Aztecas

Calor en los ojos

En los ojos que se calientan mucho por enfermedad, se destila la raíz de esta planta (xaltómatl) molida. Las cara se baña con el jugo de estas plantas: ocoxóchitl, huacalxóchitl, matlaxóchitl y tlacoizquixóchitl.
Cuando la irritación de los ojos es leve, se aplican hojas de mízquitl y de xoxuqui matlaxóchitl, bien molidas y en leche de mujer, o con rocío o con agua muy limpia. Esta mixtura se destila en los ojos. Quien sufra de los ojos ha de abstenerse mucho del trato carnal, del ardor del sol y del humo y del viento, ni a de comer el condimento del chilmolli, ni ha de comer alimento caliente. Debe llevar junto al cuello un cristal rojo, no ha de ver cosas blancas, sino negras.
Un ojo de zorra es maravillosamente provechoso para ojos dañados, para eso lo atará en la parte superior del brazo. Y si los ojos están tan lacrados que casi parecen perdidos, se goteará en ellos el jugo de estos ingredientes: un polvo de perla, cristal de color de púrpura, concha rosada, una piedrita que se halla en el pajarillo llamado molotótotl, una piedrita de tlacalhuatrin, una piedrita que haya en el buche de la paloma de Indias. Todo eso disuelto en sangre de pato, leche de mujer y agua de la fuente.
Cuando algo cayó en los ojos y de resultas de eso se van pudriendo, se debe gotear en ellos un líquido hecho de bellota molida, sal y harina, disueltas en agua de la fuente. Pero si el mal de ojos fue causado por el frío, se cura pulverizando cristal de color rojo en vino índico y destilando el licor en los ojos.



Cómo se cura el que ha sido vejado por el torbellino o el ventarrón

El que ha sufrido las consecuencias de un huracán beba el saludable jugo que se hace de la hierba cuanhyayáhual, acróyatl, ramas de pino y laurel molidas en agua. Se cuece ese jugo. Ya cocido, bébalo, porque esa bebida echará fuera el mal aire que penetra en el interior. En segundo lugar, ha de beber un jugo que se hace de estas piedras molidas en agua: cristal rojo, perla blanca, tierra blanquecina y hojas de tlatlancuaye que suelten el jugo. Todo eso cocido con incienso blanco. También se ha de ungir con un líquido muy bien preparado de conos de ciprés y cedro, hojas del árbol cuauhiyauhtli, y de hojas de la hierba xiuhehecapahtli. Todo molido en agua con incienso blanco.


Fractura de la Cabeza

Se untan a la fractura de la cabeza estos ingredientes: hierbas de verano con el rocío natural; esmeralda, perla, cristal, tlacalhuatzin y gusanos de tierra, todo triturado en la sangre de una sangría y en clara de huevo. Cuando no se puede conseguir la sangre, suplirán las ranas quemadas.


Dolor de dientes

Los dientes enfermos y cariados deberán punzarse primero con un diente de cadáver. En seguida se muele y se quema la raíz de un alto arbusto llamado teonochtli, juntamente con cuerno de venado y estas piedras finas: íztac quetzaliztli y chichíltic tapachtli, con un poco de harina martajada con algo de sal. Todo eso se pone a calentar. Toda esta mezcla se envuelve en un lienzo y se aplica por breve tiempo apretada con los dientes, en especial con los que duelen o están cariados. En último lugar se hace una mezcla de incienso blanco y una clase de untura que llamamos xochiocótzotl y se quema a las brasas y su olor se recoge en una mota gruesa de algodón que se aplica a la boca con alguna frecuencia o mejor se ata a la mejilla.


Epilepsia

Cuando es reciente el mal sagrado sirven las piedrecillas que se hallan en el buche del halcón, de los pajarillas huactli y del gallo; la raíz de quetzalatzónyatl, cuerno de venado, incienso blanquecino, incienso blanco, cabello de muerto, carne quemada de topo encerrado en una olla. Todo bien molido en agua caliente. El que tiene este mal debe beber, hasta vomitar, la anterior mixtura. Y le puede ser útil, antes de que la beba, tomar el jugo de un arbusto que se llama tlatlacótic, y cuya raíz ha de ser molida. Observa el tiempo en que la epilepsia ha de venir, porque entonces, al aparecer la señal, el epiléptico póngase en pie y púncensele los cartílagos y los costados. Cuando una mixtura hecha de hojas de quetzalatzanyatl y tetzitzilin, y hierba acocoxíhuitl, molidos en agua. Debe comer también cerebro cocido de comadreja y de zorra. Se le deben dar sahumerios con buen olor de nido de ratones quemados en las brasas y de incienso blanquecino y de plumas del ave llamada cozcacuanhtli.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Transparencia

Todos los atardeceres la mujer se sienta en el patio de la casa. Si alguien la acompañara vería como su cuerpo se vuelve transparente al compás de la sombra. Primero surge un mapa encendido de venas y de vísceras, luego, más abajo, una población de huesos huecos por donde el viento corre como un golpe de música.
La mujer sonríe y levanta un brazo en la noche incipiente. Unos minutos más y se apagará el resplandor del hueso iluminado por canciones remotas y ocultará la piel el color de la sangre.
Cuando todo concluye, ella guarda la silla bajo el alero y vuelve a la cocina, llevándose el secreto de la transparencia del mundo.


María Rosa Lojo

martes, 25 de agosto de 2009

Castilla

viernes, 14 de agosto de 2009

Aceite de ámbar

Digiere una libra de ámbar triturado en una libra de vino blanco. Luego añade un puñado de sal preparada y destila, observando los grados del fuego, en una retorta. Se rectifica destilando dos veces con sal solamente.
Usos: Este aceite fue llamado sagrado en otro tiempo por sus fuerzas extraordinarias que manifiesta, no solo por sí mismo sino también mezclado con otros, en la epilepsia, en la apoplejía, en la melancolía, en el espasmo, en el vértigo, en la peste, en el cálculo, en los derrames fríos de la cabeza, en las palpitaciones del corazón, en las caídas de ánimo, en la ictericia, en la dificultad para respirar, en la retención de orina, en el parto difícil, en las estrangulaciones del útero, en las retenciones de la menstruación, en el flujo blanco de la matriz y en los gusanos.

Tyrocinium Chymicum
Jean Beguin
París, 1610

jueves, 13 de agosto de 2009

Agua sudorífica

Toma tres onzas de Flores de Antimonio blancas y endulazadas y libres de realgar. Dos onzas de Eléboro blanco y dos de Ciclamino. Una onza de Bácaras de Laurel. Mézclalo y viértelo en una pinta francesa de espíritu de vino. Digiérelo por largo tiempo y cuélalo por una manga para que nada terrestre salga al mismo tiempo, pues la hez terrestre corroe.
Usos. Untar este licor con plumas suaves, no con una tela. De lo contrario depelleja. Pero si se produce la corrosión se hace frente: a saber, se lava con vino rojo, o se rocía con algún polvo secante, o con greda o con un terrón de tierra, con azufre, que en este caso es egregio, o con los dos mezclados. Si simple, o es más enérgico o no trabaja bastante. También secan la cerusa, el litargirio, también la gleba gruesa secada por sí misma, no calcinada. En algunos cuerpos más secos, se colocan antes cataplasmas que preparan la piel, para dejar salir los sudores tanto más fácilmente.


Tyrocinium Chymicum
Jean Beguin
París, 1610

lunes, 10 de agosto de 2009

Al sur de Elena




sábado, 8 de agosto de 2009

El sueño de Pao Yu

Pao Yu soñó que estaba en un jardín idéntico al de su casa. ¿Será posible, dijo, que haya un jardín idéntico al mío? Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito: ¿Alguien tendrá doncellas iguales a Hsi-Yen, a Pin Erh y a todas las de casa? Una de las doncellas exclamó: “Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?” Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo: “Estaba caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos un poco.” Las doncellas se rieron. “¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres tan gallardo como él.” Eran doncellas de otro Pao Yu. “Queridas hermanas –les dijo- yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?” “Es Pao Yu -contestaron-. Sus padres le dieron ese nombre que está compuesto de los dos caracteres. Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y feliz. ¿Quién eres tú para usurpar ese nombre?” Se fueron, riéndose.

Pao Yu quedó abatido. “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas doncellas? ¿Habrá de verás, otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo”. Trabajado por esos pensamientos, llegó a un patio que le pareció extrañamente familiar. Subió las escaleras y entró en su cuarto. Vio a un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían labores unas muchachas. El joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo: “¿Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron y me dejaron solo. Las seguí hasta la casa y me encontré con otro Pao Yu durmiendo en mi cama.” Al oír este diálogo Pao Yu no pudo contenerse y exclamó: “Vine en busca de un Pao Yu; eres tú.” El joven se levantó y lo abrazó, gritando: “No era un sueño, tú eres Pao Yu.” Una voz llamó desde el jardín: “¡Pao Yu!” Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue; el otro le decía; ¡Vuelve pronto, Pao Yu!” Pao Yu se despertó. Su doncella Hsi-Yen le preguntó: “¿Qué sueñas Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que vosotras no me reconocíais...”



Tsao Hsueh Kin

miércoles, 5 de agosto de 2009

El hombre que no podía dormir




W1075




domingo, 2 de agosto de 2009

Playa