lunes, 28 de febrero de 2011

Los sedientos

Vagando va por el erial ingrato,
detrás de veinte cabras,
la desgarrada muchachuela virgen,
una broncínea enflaquecida estatua.
Tiene apretadas las morenas carnes,
tiene ceñuda y soñolienta el alma,
cerrado y sordo el corazón de piedra,
secos los labios, dura la mirada...
Sin verla ni sentirla
la estéril vida arrastra
encima de unas tierras siempre grises,
debajo de unas nubes siempre pardas.
Come pan negro, enmohecido y duro,
bebe en los charcos pestilentes aguas,
se alberga en un cubil, viste guiñapos,
y se acuesta en un lecho de retamas.
No sueña cuando duerme,
no piensa cuando vela desvelada;
si sufre, nunca llora;
si goza, nunca canta,
y vive sin terrores ni deleites,
que no la dicen nada
ni los fragores de las noches negras,
ni los silencios de las noches diáfanas,
ni el rebullir del convecino sapo,
ni los aullidos de la loba flaca
que yerra sola venteando carne
de chivos y de cabras.
Nunca sintió las alboradas tristes,
nunca sintió las bellas alboradas,
ni el ascender solemne de los días
ni la caída de las tardes mansas,
ni el canto de los pájaros,
ni el ruido de las aguas,
ni las nostalgia del rumor del mundo,
ni los silencios que el erial encalman.
Su padre fue el pecado,
su madre, la desgracia,
y otra pareja infame
de carne estéril y de infames almas,
la robó de la cuna de los huérfanos
con hórrida codicia calculada.
El mirar de sus ojos ofendidos
por el erial resbala
como el osado pensamiento humano
que osa escrutar los reinos de la nada.
Ciegos los ojos, sordos los oídos,
la lengua muda y soñolienta el alma,
vagando va por el erial escueto
detrás de veinte cabras
que las tristezas del silencio ahondan
con la música opaca
del repicar de sus pezuñas grises
sobre grises fragmentos de pizarras...

José María Gabriel y Galán

domingo, 27 de febrero de 2011

Here's our Paella!

2011

viernes, 25 de febrero de 2011

Sioux



Elegante:
1. adj. Dotado de gracia, nobleza y sencillez.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El collar de la paloma

miércoles, 16 de febrero de 2011

Escrito en Elche

Mira el paisaje del amor

Tú.
Que llenas todo de alegría y juventud
Y ves fantasmas en la noche de trasluz
Y oyes el canto perfumado del azul
Vete de mí
No te detengas a mirar
Las ramas muertas del rosal
Que se marchitan sin dar flor
Mira el paisaje del amor
Que es la razón para soñar
Y amar.

Vete de mí
V. y H. Expósito

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Camina cabizbaja con el mentón enterrado en el pecho esperando pasar desapercibida. En cambio consigue que todos la miren. Con tanto sollozo y tanto jipío se convierte en un blanco perfecto para la curiosidad ajena. Carcomido el ánimo por el desencanto, fija la mirada en las baldosas del suelo intentando poner sus pies solamente en las rojas. Cuando las ojeras jalonan su rostro, los ojos le penan y la nariz le escuece de tanto sonársela, su curiosidad circula obstinada en calcular qué podría pasar si en un descuido pisara donde no debe. Lo gris. Al meter las manos en los bolsillos, encuentra el pañuelo que se compró para sujetarse el pelo aquella tarde, cuando quedaron por segunda o tercera vez. Lo mira y lo deja caer. Le duele recordar.
Detrás de ella, sin reconocer el pañuelo y esquivándolo en su marcha, un hombre espera la ocasión para detenerla. Posiblemente no se atreva a hacerlo, ni en esa calle ni en las siguientes, pero sujeta unas violetas con esperanza e hila una explicación creíble para volverla a comenzar por inmerecida cada vez que vuelve una esquina. Temiéndose el final del recorrido e irreparablemente cada vez más cerca de él, con la certeza de ser incapaz de atajarla, de abrazarla, de reconfortarla con la alegría de su regreso. Persiguiéndola mientras camina cabizbaja con el mentón enterrado en el pecho, esperando pasar desapercibida.
Siguiéndoles a ambos, una señora pisa el pañuelo. Pasa por encima con la cabeza bien alta, los ojos cargados, los labios oprimidos. Estruja en su mano derecha un informe que le ha echado diez años encima, descubriéndole la traición y el engaño, la pasión inoportuna e inconfesable de su señor esposo. Cada poco se detiene arrepentida de su extravío queriendo retomar la dignidad de su personaje, la nobleza de su comportamiento, la honra de su proceder… pero sin poder sujetar su encono, derrama lágrimas negras mientras va arrancándose trozos del alma, siguiendo la neurasténica marcha de ese hombre con un pequeño ramo de flores en la mano.
En los ultramarinos la cara del dueño se ilumina a su paso. Habría tantas cosas que querría decirle y son tantos sueños los que destaparía para ella, tan señora, que sin percibir el dolor de sus ojos estira una sonrisa y levanta su mano para saludarla, bajándola con vergüenza. Guardándola bajo el delantal para cortársela más tarde. Qué horror. Invisible de nuevo, el tendero vuelve a su trabajo en las estanterías, reponiendo conservas que veinte años atrás comenzaron a apilarse en ese rincón, mientras el pañuelo acaricia su postigo sin detenerse y él cae en la cuenta, con abatimiento, que podría comparar cada pote con un fragmento de su alma, almacenado cada vez que ella ha pasado por su puerta sin que se atreviera, a nada como ahora mismo, para acabar viéndola alejarse caminando erguida, con la cabeza bien alta y desafiante.
Enfrente, la hija mayor del pescadero, que vigila la puerta de los comestibles desde el pasado mes de noviembre, se queda mirando el pañuelo mientras pasa de largo empujado por el viento. Ya no sabe vivir sin espiar el otro lado de la acera. Una mañana de domingo su madre la envió a comprar manzanas, y el dueño puso una de más en el cartucho y le sonrió al entregárselo, prendiendo así de sencillamente el corazón de la chiquilla a la persiana de su tienda. Cree estar enamorada y es muy posible que lo esté, por eso espera pacientemente a que él atraviese la calle. Por eso, y porque se le cruzó un cometa en sueños y en su estela estaban los dos.
En la punta de la calle, una pareja se habla de amor en los ojos y aunque no llegan más allá de los labios, calman una sed inagotable que les arranca suspiros de pasión. ¡Ay! Mira –dice ella, recogiendo el pañuelo que se enreda entre sus pies- lo que siento me sale de aquí, te juro por lo más sagrado que noto algo. Es caliente y lo llevo prendido en el cuello. Si no te beso, me hincharé hasta salir volando o hasta explotar. Y él, que lo ha visto en su cabeza con claridad, entreviendo la pérdida pone su boca sobre la de ella para decirle: Ahora mismo te saco eso del pecho. Ríen y entre alharacas y arrumacos el pañuelo se les escapa de las manos y rueda arboleda abajo.
Al doblar la vereda, el jardinero arranca con entusiasmo las ramas secas. Conseguirá un buen pellizco en cuanto el cementerio parezca el jardín del mismísimo alcalde, y como tiene ganas de acabar su trabajo para poner la mano, a la carrera y con furor estira de los ramajes. Su mano encuentra resistencia en un jazminero que brota fresco, perfumando la tumba de esa muchacha que murió de mal amores y la de aquel señor mayor que la visitó durante años y que cayó sin vida allí mismo. Tenaz, consigue arrancarlo de raíz, dejando al descubierto un puñado de tierra húmeda que se encoge ante la lluvia que comienza a desplomarse, hasta que la corriente empuja allí el pañuelo que, rodando con delicadeza, viene a detenerse sobre la brecha. Amparándola.



Rosa

domingo, 13 de febrero de 2011

Rožica Sem Bila

Pin-Up

sábado, 12 de febrero de 2011

Hipnosis

miércoles, 9 de febrero de 2011

Aproximación a Faulkner

Celuloide

lunes, 7 de febrero de 2011

Conversación con un submarino

Soluciones

1- Agrimonia

Oculta emociones tortuosas, problemas graves y angustia inconsciente tras una máscara de alegría y despreocupación permanente. Evita discusiones y busca armonía. Tendencia a las adicciones, tabaco, drogas, alcohol, juego, trabajo, asumir riesgos, comida y compras, como mecanismo de escape a su tormento mental. Busca ser aceptado. Si se enferma bromea al respecto.

2- Álamo temblón

Miedo a lo sobrenatural, a situaciones imprecisas que siente que lo amenazan, y a la muerte. Presagios. Temor vago e inexplicable. Agorafobia, claustrofobia.

3- Haya

Tiende a ser intolerante y a criticar despiadadamente. Juzga sin sensibilidad ni comprensión. Arrincona. No soporta las ideas y costumbres diferentes a las suyas. Es arrogante.

4- Centaury: Centáurea

No puede decir no. Reacciona exageradamente a los deseos de los demás, buscando complacerlos. Sacrifica sus propias necesidades para quedar bien. Su predisposición a servir es explotada. Se presta al dominio y el abuso de otros. Su voluntad es débil.

5- Ceratostigma

Busca la aprobación y el consejo de los demás, pues no confía en su juicio, intuición, ni en sus decisiones y opiniones. Sus convicciones no son firmes. Cambia fácilmente de opinión. Es indeciso.

6- Cerasífera

Miedo a perder el control de sus actos, a cometer acciones terribles y a enloquecer. Pensamientos irracionales persistentes. Arrebatos incontrolables.

7- Brote de castaño

Repite sus errores, porque no reflexiona sobre ellos ni aprende de sus experiencias. Reincide. No escarmienta.

8- Achicoria

Sobreprotege a sus seres queridos y los domina mediante una manipulación excesiva. Considera saber más que sus dependientes. Tiene una personalidad posesiva y egoísta. Se inmiscuye en los asuntos de los demás continuamente. Espera la devoción de los que sobreprotege y cuando no la obtiene se siente víctima. Después los persigue, criticando.

9- Clemátide

Soñador que evade la realidad. Su pensamiento. Difícilmente está en el aquí y el ahora. Distraído, presta poca atención a lo que sucede a su alrededor. Vive en un mundo de fantasía, como un mecanismo de escape a su infelicidad.

10- Manzano silvestre

Flor de la limpieza para quién tiene la sensación de estar sucio y ser impuro, baja autoestima y terror a contaminarse.

11- Olmo

Abrumado por sus responsabilidades. Piensa que no es capaz de cumplirlas.

12- Genciana de campo

Pesimismo. Depresión por causas conocidas. Escepticismo. Control débil ante la frustración.

13- Aulaga

Desesperado. Sin ninguna esperanza. Siente que ya no tiene caso nada.

14- Brezo

Ensimismado. Centrado en sí mismo. Necesita público que lo escuche. Habla excesivamente, pero no escucha.

15- Acebo

Celos, desconfianza, envidia, odio y rencor. Carece de compasión. Para quienes necesitan amor.

16- Madreselva

No vive el presente. Nostalgia. Añoranza del pasado y los buenos tiempos.

17- Hojarazo o Carpe

Agotamiento mental por hastío.

18- Impaciencia

Soledad de quien no puede estar acompañado porque marcha de prisa. Impaciencia. Irritabilidad.

19- Alerce

Sentimiento de inferioridad. Espera fracasar.

20- Mímulo

Miedo a lo conocido. A situaciones concretas, definibles. Timidez.

21- Mostaza

Depresión y tristezas de causas desconocidas, que aparecen y desaparecen sin motivo.

22- Roble

Luchar desesperadamente contra la corriente y sin descanso. Dedicación obsesiva al trabajo.

23- Olivo

Agotamiento total, físico y/o mental.

24- Pino

Desesperación por sentimiento de culpa y autorreproche.

25- Castaño rojo

Miedo a que les suceda algún daño a los seres queridos. Preocupación por ellos.

26- Heliantemo o Jarilla

Pánico y terror paralizante. Estados de angustia agudos. Pesadillas.

27- Agua de roca

Perfeccionismo. Severidad. Rigidez consigo mismo.

28- Scleranthus

Indecisión entre dos extremos opuestos.

29- Leche de gallina

Secuelas de traumatismos físicos y mentales.

30- Castaño dulce

Desesperación profunda. Sienten que han llegado al límite del sufrimiento.

31- Verbena

Fanatismo. No comparte la carga. Fortaleza.

32- Vid

Avidez por el poder. Dominador. “Pequeño tirano”.

33- Nogal

Indecisión para iniciar etapas nuevas o manejar situaciones difíciles.

34- Violeta de agua

Soledad de los orgullosos. Distanciamiento por sentimiento de superioridad.

35- Castaño de Indias

Rumiación torturante de ideas. Diálogos internos.

36- Avena silvestre

Falta de metas. Descontento e incertidumbre por desconocer la misión en la vida.

37- Rosa silvestre o Escaramujo

Desinterés, apatía, resignación, capitulación. Falta de motivación.

38- Sauce

Se siente víctima del destino. Resentimientos

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Los 38 remedios florales de Bach.

Soluciones

domingo, 6 de febrero de 2011

¿Problemas?

¿Juzga usted sin sensibilidad ni comprensión? ¿Sus convicciones no son firmes? ¿Tiene usted miedo a cometer acciones terribles y a enloquecer? ¿Espera la devoción de los que sobreprotege y cuando no la obtiene se siente víctima? ¿Vive en un mundo de fantasía? ¿Le consumen los celos? ¿Sufre usted la soledad de los orgullosos? ¿Rumia sus ideas hasta la tortura? ¿Ha experimentado alguna vez la soledad de quien no puede estar acompañado porque marcha demasiado de prisa? ¿Se siente usted infeliz porque no alcanza a comprender cuál es su misión en esta vida?

sábado, 5 de febrero de 2011

Roy

viernes, 4 de febrero de 2011

Las guitarras muertas

Mi tierra está sobre los ríos ceñida al mar,
ningún otro lugar tiene voz tan lenta
donde mis pies vagan
entre juncos pesados de caracoles.
Cierto, es otoño: en el viento a jirones
las guitarras muertas levantan las cuerdas
sobre la boca negra y una mano agita los dedos
de fuego.
En el espejo de la luna
se peinan muchachas de pechos de naranjas.
¿Quien llora ? ¿Quien azota los caballos en el aire
rojo ? Nos detendremos en esta orilla
a lo largo de las cadenas de hierba y tú, amor,
no me lleves delante de aquel espejo
infinito: allí adentro se miran muchachos
que cantan y árboles altísimos y aguas.
¿Quien llora ? Yo no, créeme: en los ríos
corren exasperados chasquidos de una fusta,
los caballos oscuros los relámpagos de azufre.
Yo no, mi raza tiene cuchillos
que arden y lunas y heridas que queman.



Salvatore Quasimodo

Cimitarra

jueves, 3 de febrero de 2011

Witch Dance

martes, 1 de febrero de 2011

La liebre del senador

Liebre 'à la royale' del senador Couteaux

Hacerse con una liebre macho, proveniente a ser posible de una región montañosa o de brezales, que pese de 2,500 a 3 kg; es decir, que haya rebasado la edad de un lebrato, pero cuando aún adolescente. Condición 'sine qua non': haber sido cazado limpiamente, de forma que no haya perdido ni una gota de sangre.

Condimentos grasos: 3 o 4 cucharadas de grasa de oca; 125 g de lonjas de tocino; 125 g de tocino graso.

Otros condimentos y verduras: una zanahoria de tamaño mediano; 4 cebollas de tamaño mediano; 30 dientes de ajo; 60 escalonias pequeñas; 4 clavos de especia; una hoja de laurel; una ramita de tomillo; unos tallos de perejil; sal y pimienta.

Líquidos: 1/4 de litro de vinagre de vino tinto de buena calidad; 2 botellas de vino de Chambertin, que lleve por lo menos 5 años embotellado (o un gran vino tinto, con edad, fuerza y delicadeza).

Utensilios: una brasera de forma oblonga, de cobre estañado, de 20 cm de alto, 35 cm de largo y 20 cm de ancho, provista de una tapadera que cierre herméticamente; un cuenco para conservar la sangre de la liebre y luego para batirla en él en el momento de incorporarla a la salsa; una tajadera; una fuente honda grande; un colador; una mano de almirez de boj.

Método:

Desollar y vaciar la liebre. Conservar aparte el corazón, el hígado y los pulmones. Conservar asimismo aparte, y con el mayor cuidado, la sangre (discrecionalmente: se puede agregar a dicha sangre, según la tradición, 2 o 3 cepitas de buen y añejo coñac).

Preparar: una zanahoria de tamaño mediano, cortada a cuartos; 4 cebollas de tamaño mediano, cada una de las cuales será claveteada con un clavo de especia; 20 dientes de ajo; 40 escalonias; «bouquet garni», compuesto por 1/2 hoja de laurel fresco, una ramita de tomillo, unos tallos de perejil.

Primera operación: duración: desde las 13’30 horas hasta las 17 horas.

A las 13’30 horas.— Untar con grasa de oca el fondo y las paredes de la brasera de bresear; seguidamente, disponer un lecho de lonjas de tocino en el fondo de dicho recipiente.

Cortar el cuarto delantero de la liebre a ras de la espalda; suprimir el cuello y la cabeza, no quedando por tanto más que el lomo y las patas. Colocar entonces, sobre el lecho de albardillas, la liebre extendida a todo lo largo sobre la espalda. Cubrirla seguidamente con más albardillas. Deben ser utilizados los 125 g de lonjas de tocino.

Agregar entonces: la zanahoria cortada a cuartos; tes 4 cebollas claveteadas con clavo de especia; los 20 dientes de ajo; las 40 escalonias; el «bouquet garni».

Verter sobre la liebre 1/4 de litro de vinagre de vino tinto de buena calidad y una botella y media de buen vino tinto (tipo Borgoña) que lleve 4 o 5 años embotellado.

Sazonar con sal y pimienta, en cantidad suficiente.

A las 14 horas.— Una vez llenada de esta forma la brasera, colocarle la tapadera y ponerla sobre el fuego.

Regular este último, de forma que la liebre cueza por espacio de 3 horas a fuego suave y uniforme.

Segunda operación (se deberá realizar durante la primera cocción de la liebre).

Picar primero muy menudos, uno tras otro y por separado, los cuatro ingredientes siguientes: 125 g de tocino; el corazón, el hígado y los pulmones de la liebre; 10 dientes de ajo; 20 escalonias. El picadillo de ajo y el de escalonia deben ser muy finos. Es una de las condiciones primordiales para la perfecta realización de esta receta.

El tocino, las vísceras de la liebre, el ajo y la escalonia, picados muy menudos y por separado, son reunidos en un picadillo único para lograr una mezcla absolutamente perfecta. Conservar aparte ese picadillo.

Tercera operación: duración: desde las 17 horas hasta las 19’45 horas.

A las 17 horas.— Apartar del fuego la brasera de bresear. Retirar con todo cuidado la liebre: colocarla en una fuente. Una vez ahí, limpiarla de todos los restos de albardilla, zanahoria, cebolla, ajo, escalonia, que podrían haber quedado adheridos; volver a echar esos restos en la brasera.

Salsa reducida.— Coger ahora una fuente honda grande y un colador. Vaciar el contenido de la brasera en el colador colocado encima de esa fuente grande; ejercer una fuerte presión, con una mano de almirez de madera, sobre los elementos que han sido vertidos en el colador, de forma que se extraiga todo el jugo, el cual será recogido bajo forma de salsa en la fuente grande

Mezcla de la salsa reducida y del picadillo.— Ha llegado el momento de utilizar el picadillo que ha sido objeto de la segunde operación. Mezclar dicho picadillo con la salsa reducida. Poner a calentar 1/2 botella de vino dei mismo erigen que aquel en que se ha puesto a cocer la liebre. Verter ese vino caliente en la mezcla de salsa y de picadillo, y desleír perfectamente los diferentes elementos.

A las 17’30 horas.— Volver a introducir en la brasera la mezcla desleída de salsa y picadillo, así como la liebre, junto con todos les huesos de los muslos u otros que hubiesen podido desprenderse en el curso de la operación. Volver a colocar la brasera de bresear en el horno, a fuego suave y continuo, tanto por debajo como por encima, para una segunda cocción, que durará hora y media.

A las 19 horas.— Dado que el exceso de grasa (debido a la abundancia, por demás necesaria, de tocino) impide aquilatar en qué punto de elaboración se halla la salsa, proceder ahora a un primer desengrasado. La parte principal no quedará, en efecto, terminada hasta que la salsa esté suficientemente ligada y haya adquirido una consistencia que se asemeje a la de un puré de patata; no del todo, sin embargo, dado que, si se desease demasiado consistente, se acabaría por reducirla hasta tal extremo que no quedaría suficiente corno para humedecer la carne (ya de por sí muy seca) de la liebre.

La liebre, dentro de la salsa desengrasada, podrá, pues, seguir cociéndose, siempre a fuego muy suave, hasta el momento en que se le agregue la sangre conservada aparte con el mayor cuidado, tal como ha sido explicado anteriormente.

Cuarta operación (un cuarto de hora antes de servir).

A las 19’45 horas.— Yendo por buen camino la ligazón de la salsa, se logrará rápidamente su puesta a punto definitiva a través de una cuarta y última operación.

Adición de la sangre de la liebre.— Al agregar ahora la sangre, no tan sólo la ligazón de la salsa se verá activada, sino que también adquirirá ésta una apetitosa coloración parda, tanto más sugerente cuanto más oscura sea. Esa adición de sangre no debe ser realizada más de 1/4 de hora antes de servir. Por añadidura, debe venir precedida de un segundo desengrasado.

Por to tanto, llevar a cabo en primer lugar y correctamente el desengrasado; tras lo cual, sin perder un instante, pasar a ocuparse de la sangre de la liebre:

1.° Batir la sangre con un tenedor, de forma que si algunas de sus partes se han coagulado, se tornen nuevamente líquidas.

(Nota: el coñac, discrecional, al que hemos hecho referencia al principio de la receta contribuye a impedir que se coagule la sangre.)

2.° Verter la sangre sobre la salsa, teniendo buen cuidado en imprimir a la brasera, tanto de arriba abajo como de derecha a izquierda, un movimiento de vaivén que hará que dicha sangre penetre uniformemente en todos los rincones del recipiente.

Comprobar entonces el sazonamiento de la salsa, y agregar sal y pimienta si es preciso. Poco después (un cuarto de hora como máximo), prepararse para servir.

Instrucciones para servir. A las 20 horas.— Sacar de la brasera la liebre, cuya forma se halla forzosamente alterada.

En cualquier caso, colocar en el centro de la fuente todo lo que tiene aún consistencia de carne —se tirará, por descontado, los huesos completamente limpios de carne ahora y, por lo tanto, inútiles—y entonces, finalmente, disponer en torno a la carne, reducida a consistencia de compota, esa incomparable salsa elaborada con tanto esmero y a modo de única guarnición.

Huelga decir que para servir esa liebre resultaría sacrílego utilizar un cuchillo, ya que la cuchara basta y sobra.


Paul Bocuse

La cocina del mercado