domingo, 30 de enero de 2011

La huida

"Huía no de su pasado, sino para salvarse del futuro. Necesitó doce años para aprender que no se puede huir de ninguno de los dos".


William Faulkner
El villorrio

viernes, 28 de enero de 2011

Impuestos

Conversación con un inspector de impuestos sobre poesía


¡Ciudadano inspector de impuestos! Perdone que le moleste.
Gracias…, no se preocupe…, me quedaré de pie.
Mi asunto es de carácter delicado:
sobre el lugar del poeta en una sociedad de trabajadores.
Junto con los propietarios de tiendas y propiedades agrícolas,
estoy sujeto también a impuestos y penalizaciones.
Me reclama usted quinientos por el semestre
y veinticinco por no presentar mi declaración.
Mi trabajo es como cualquier otro trabajo.
Fíjese: mire qué pérdidas he tenido,
qué gastos tengo en mi producción,
y cuánto se gasta en materiales.
Usted sabe, por supuesto, lo del fenómeno llamado «rima».
Supongamos que un verso acaba con la palabra «giro»;
entonces, dos versos después, repitiendo las sílabas,
ponemos algo así como «tiroriro».
En el lenguaje, la rima es como un pagaré
que vence dos versos después —ésa es la regla—.
Y uno busca la calderilla de sufijos e inflexiones
en la saqueada caja de las declinaciones y conjugaciones.
Empieza uno incrustando una palabra en un verso,
pero no encaja —se la fuerza y se rompe—.
Ciudadano inspector de impuestos, le doy mi palabra:
las palabras le cuestan al poeta mucho dinero.
En nuestro lenguaje la rima es un barril: un barril de dinamita.
La rima es una espoleta.
El verso se deshace hacia el final y estalla:
y la ciudad salta al cielo volada en una estrofa.
¿Dónde va a encontrar, y con qué tarifa de valoración,
rimas que apunten y maten de un solo disparo?
Quizá queden cinco o seis rimas sin usar
solamente en algún sitio como Venezuela.
Y así tengo que visitar países cálidos y fríos.
Allá me precipito, enredado en pagos sobre anticipos y préstamos.
¡Ciudadano! Admítame mis gastos de viaje.
La poesía toda ella es un viaje a lo desconocido.
La poesía es como sacar radium de la tierra:
por cada gramo se trabaja un año.
Por una sola palabra se gastan
miles de toneladas de ganga verbal.
Pero ¡cuánto más calor sale de la combustión de esas palabras
que del derretimiento de un crudo material verbal!
Esas palabras ponen en movimiento
millones de corazones durante miles de años.
Claro, hay diferentes clases de poetas.
Muchos poetas tienen un toque delicado;
como hechiceros, sacan versos de la boca;
de la suya y de la de los demás.
¡Para no hablar de los eunucos líricos!
Ésos deslizan un verso prestado y se sienten felices.
Ésa es una forma normal de robo y fraude,
una de las formas de especulación dominantes en el país.
Esos versos y odas, aullados
y sollozados hoy entre aplausos,
quedarán en la historia como los gastos generales
para lo que hemos conseguido dos o tres de nosotros.
Hay que comer cuarenta libras de sal (como dice el proverbio)
y fumar cien cigarrillos
para extraer una sola palabra preciosa
de las profundidades artesianas del hombre.
Así en seguida queda reducida mi evaluación de impuestos…
¡Tache un cero, como una rueda, de mis impuestos!
Un rublo noventa, por cien cigarrillos;
un rublo sesenta, por la sal de mesa.
Su impreso tiene un montón de preguntas:
«¿Ha viajado por negocios? ¿O no?»
Pero ¿y qué, si he dejado exhaustos diez Pegasos,
a fuerza de cabalgarlos, en los últimos quince años?
Y aquí en esta sección —póngase en mi caso—
hay algo sobre servidores y fincas.
Pero ¿y si soy el conductor del pueblo
y al mismo tiempo el servidor del pueblo?
La clase obrera habla por nuestras bocas,
y nosotros, proletarios, somos los que empujamos la pluma.
Con el paso de los años uno desgasta la maquinaria del alma.
La gente dice: «Hay que retirarle: se ha gastado escribiendo; ¡ya es hora!»
Cada vez hay menos amor; cada ve, menos osadía,
y el tiempo se estrella contra mi frente.
Llega la hora de la más terrible de las amortizaciones:
la del corazón y el alma.
Y cuando el sol, como un cerdo cebado,
se levante sobre un futuro sin mendigos ni inválidos,
yo ya me habré podrido, después de morir junto a una tapia,
junto a una docena de colegas.
Extienda mi hoja póstuma de balance.
Declaro aquí —y sé que es cierto, no miento—:
comparado con los traficantes y los listos de hoy,
sólo yo estaré endeudado hasta el cuello.
Nuestra obligación es resonar como trompetas de broncínea garganta
en la niebla del filisteísmo y en las tormentas que se incuban.
El poeta siempre está endeudado con el universo,
pagando interés y penalizaciones sobre la tristeza.
Estoy en deuda con las luces de Broadway;
con vosotros, cielos de mi pueblo;
con el Ejército rojo; con los cerezos de Japón;
con tantas cosas sobre las cuales no he tenido tiempo de escribir.
Pero, después de todo, ¿para qué sirve todo esto,
apuntar con la rima y enfurecerse en ritmo?
La palabra del poeta es la resurrección de usted,
su inmortalidad, ciudadano burócrata.
Dentro de siglos, tome un verso
en su marco de papel y haga volver atrás el tiempo.
Y el día de hoy, con sus inspectores de impuestos,
su fulgor de milagros y su hedor de tinta, volverá a amanecer.
Inveterado residente en el día de hoy, consiga un billete
para la inmortalidad en el Comisariado Popular de Comunicaciones,
y, tras de calcular el efecto del verso,
¡distribuya mis ganancias a lo largo de trescientos años!
Pero el poeta es fuerte no sólo porque,
recordándole a usted, a la gente del porvenir le dará hipo.
¡No! Hoy también la rima del poeta es una caricia,
una consigna, una bayoneta y un látigo.
Ciudadano inspector de impuestos, tacharé
todos los ceros de sus cifras y pagaré cinco rublos.
Pido como un derecho una pulgada de sitio
en las filas de los más pobres trabajadores y campesinos.
Y si creéis que lo único que hago
es usar las palabras de los demás,
entonces, camaradas, aquí tenéis mi estilográfica:
¡podéis escribir con ella vosotros mismos!


Vladimir V. Maiakovski


Traducción de José María Valverde

martes, 25 de enero de 2011

Tacones

Tres Santa Cruz

“El cura era un hombre regordete, más bajo que alto, de tipo insignificante, de unos treinta y tantos años. Lo único que le daba carácter era la mirada, amenazadora, oblicua y dura. Llevaba este la boina negra inclinada sobre la frente, como si temiera que le mirasen a los ojos; gastaba barba ya ruda y crecida, el pelo corto, un pañuelo en el pelo, un chaquetón negro con todos los botones abrochados y un garrote entre las piernas. Tenía algo de esa personalidad enigmática de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos.”

Pío Baroja y Nessi

“Un hombre de frente estrecha, pelo castaño, barba rubia y taciturno continente. Pareciendo no oír las aclamaciones del pueblo, mirábale con indiferencia, conduciendo vigilante sus cachorros, apoyado en un palo largo y sin más armas que un revólver bajo su americana cenicienta. Los remangados calzones de hilo azul descubrían las piernas del infatigable andarín, calzado de alpargatas”.

Miguel de Unamuno y Jugo

“…fuerte de cuerpo y menos que mediano de estatura, con los ojos grises de aldeano desconfiado y la barba muy basta, toda rubia y encendida. Su atavío no era sacerdotal, ni guerrero. Boina azul muy pequeña, zamarra al hombro, calzón de lienzo y medias azules bajo las cuales se cubría el músculo de sus piernas. Aquel cabecilla sobrio, casto y fuerte, andaba prodigiosamente y vigilaba tanto, que era imposible sorprenderle. Los que iban con él contaban que dormía con un ojo abierto, como las liebres”.

Ramón María del Valle-Inclán y Montenegro

martes, 18 de enero de 2011

Magnificat Et Misericordia

Problema

Desde el punto A hacia el B se desplaza a velocidad variable un tren de pasajeros.
Por motivos desconocidos a éstos, el tren se detiene en el punto A1.
En el punto A1 se prohibe apearse del tren.
Los viajeros de segunda clase proponen a los de primera tomar un bocado y un trago juntos.
Los viajeros de primera clase proponen a los de segunda leer.
En la dirección opuesta, cargado con materiales publicitarios, pasa un tren de mercancías paralelo al de pasajeros creando la ilusión de que este último está andando.
Se incrementa bruscamente comer, beber y leer.
El tren con materiales publicitarios prosigue su marcha.
Eminentes eruditos imparten ante la platea de pasajeros conferencias sobre la relatividad del movimiento y del reposo.
Se bajan los visillos.
Se prohibe subirlos.
En torno al tren de pasajeros se colocan aparatos estereofónicos japoneses, que crean la impresión de un tren en movimiento.
No queda nada más de comer, beber y leer.
Un día hasta los aparatos estereofónicos japoneses dejan de producir el necesario efecto sonoro.
Cae un duro silencio.
Algunos pasajeros indisciplinados saltan por las ventanillas.
Los cogen en el momento que intentan empujar el tren.
¿Cuándo el tren de pasajeros llega al punto B?
(¿Y podemos decir que exista el punto B?)


Iván Kulekov

Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres.
Con el Destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.

Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si fuese a morirme,
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la hilera de vagones de un tren, y una partida pitada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.

Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró olvido.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que le debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no me hice propósito alguno, tal vez todo fuese nada.
Del aprendizaje que me dieron,
me descolgué por la ventana de detrás de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí encontré sólo yerbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan que son lo mismo que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
y la historia no destacará ¿quién sabe?, ni uno solo,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos chalados con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí.
¿En cuantas buhardillas y no buhardillas del mundo
no estarán a esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
–sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas–,
Y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni encontrarán oídos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he hecho filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta,
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me encuentra el cabello,
y el resto que venga si viniere, o tuviere que venir,
o que no venga.
Esclavos cardiacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
pero despertamos y él es opaco,
nos levantamos y él es ajeno,
salimos de casa y él es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolates, pequeña;
¡come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería¡
Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que los comes!
Pero yo pienso y, al sacar el papel de plata, que es de hojas de estaño,
lo tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)
Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico quebrado ante lo Imposible.
Pero al menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos en el gesto ancho con el que tiro
la ropa sucia que soy, sin lista, al decurso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como estatua que fuese viva,
o Patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y coloreada,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana,
o cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
o no sé qué moderno no concibo bien el qué,
todo eso, sea lo que fuere que seas, si puede inspirar, ¡que inspire!

Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus invocan espíritus me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me asomo a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé, y hasta creí,
y hoy no hay mendigo que no envidie sólo por no ser yo.
Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca vivieses ni estudiases ni amases ni creyeses
(porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
tal vez hayas existido sólo, como un lagarto al que le cortan el rabo
y que es rabo aquende el lagarto meneadamente.

Hice de mí lo que no supe,
Y lo que podía hacer de mí no to hice.
El dominó que vestí estaba equivocado.
Me conocieron en seguida por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, ya no sabía vestir el dominó que no me había quitado.
Tiré la máscara y dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la administración
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
quien me diera encontrarte como a una cosa que yo hiciese,
no quedase siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo,
como una alfombra en la que un borracho tropieza
o un felpudo que los gitanos robaron y que no valía nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó a la puerta.
Lo miró con la incomodidad de la cabeza mal vuelta
y con el desconsuelo del alma mal-entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos,
En determinado momento morirá el letrero también, y los versos también.
Después de determinado momento morirá la calle en donde estuvo el letrero,
y la lengua en la que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto pasó.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
continuará haciendo cosas como versos y viviendo por debajo de cosas como letreros,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo enérgico, convencido, humano,
y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un pitillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el pitillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como a una ruta propia,
y gozo, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar malhumorado.

Después me echo hacia atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si yo me casara con la hija de mi lavandera
tal vez fuese feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla.

Voy a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (metiendo el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah lo conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta.)
Como por un instinto divino el Esteves se volvió y me vio.
Me hizo señas de adiós, le grité: ¡Adiós Esteves!, y el universo
se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el dueño de la tabaquería sonrió.


Fernando Pessoa

sábado, 15 de enero de 2011

CCCP

















Psych-Folk

viernes, 14 de enero de 2011

Oy rana na Ivana

Bullitt

jueves, 13 de enero de 2011

Sobre la tumba de Stalin

¿Risas en el vestuario?

La mayor parte de las mujeres pueden intentar adivinar como es un hombre solo con mirar a su rostro: El tamaño de su cuenta bancaria, la clase de auto que maneja, y si, el tamaño de su pene.

It’s Es imposible ocultar las fallas. Usted puede darse cuenta con tan solo mirar el rostro de alguien si es exitoso, o si está por ser la presa de otro.

Lo primero que las mujeres notan en un hombre es su nivel de confianza. Un hombre que se ve deprimido, no va a pararse derecho, con confianza, y tiene pocas posibilidades de obtener una cita con una chica bonita.

Por otro lado, el hombre con pecho ancho, que se para derecho, es alto y seguro de si mismo, que camina con pasos grandes, como un hombre, seguramente va a atraer la mirada de una mujer hermosa. No necesariamente va a lograr la cita con la chica que quiera, pero sin duda va a llamar su atención.

Puedes aposta que cualquier mujer se da cuenta de esto. No les interesa lo que el hombre tenga para decir. La confianza es superior. Un pene grande es la clave para mostrar que tiene confianza verdadera.

Usted ¿sufre de poca confianza y angustia? ¿teme que la mujer no lo respete? ¿esta preocupado de que sus amigos se le rían en el vestuario? Entonces, las píldoras de incremento peniano Evergrow son la solución para usted.

Cuando llega el momento que deja de preocuparse, entonces las mujeres se excitan y se ponen ansiosas. Evergrow no solo le da un pene más grande – en un nivel mas alto, significa mayor confianza, mayor energía en la cama, mejor control de su eyaculación, relaciones sexuales por mas tiempo y mayor placer para usted y la dama, todo esto puede ser suyo.

A todas las luchas emocionales que puede haber tenido con su "antiguo pene" van a dejar de existir una vez que conozca lo que significa moverse con confianza con un gran miembro en sus pantalones. ¡es una gran diferencia!


De la carpeta Correo no deseado

La pregunta de Roy

Tyrell: Me sorprende que no hayas venido antes.

Roy: No es cosa fácil conocer a tu creador.

Tyrell: ¿Y qué puedo hacer yo por ti?

Roy: ¿Puede el creador reparar lo que ha hecho?

Tyrell: ¿Te gustaría ser modificado?

Roy: ¿Y quedarme aquí? Pensaba en algo más radical.

Tyrell: ¿Qué..., qué es lo que te preocupa?

Roy: La muerte.

Tyrell: ¿La muerte? Me temo que eso está fuera de mi jurisdicción, tú...

Roy: Yo quiero vivir más, padre.

Tyrell: La vida es así. Hacer una alteración en el desarrollo de un sistema orgánico de vida es fatal. Un programa codificado no puede ser revisado una vez establecido.

miércoles, 12 de enero de 2011

Electrones




¿En qué posición nos encontramos?

lunes, 10 de enero de 2011

La rubia pierde

No, no le miro a usted en absoluto

—¿Qué soy yo? —le pregunté.
—Veo su cara, su barba... —dijo— Pienso en un sacerdote
archimandrita. Veo su uniforme blanco y pienso en las Hermanas. Veo el estetoscopio y pienso en un médico.
—¿No me mira usted a mí en absoluto?
—No, no le miro a usted en absoluto.
—¿Comprende usted la diferencia entre un padre, una hermana y un médico?
—Conozco la diferencia, pero no significa nada para mí. Padre, hermana, doctor... ¿Qué importancia tiene?


Oliver Sacks
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

domingo, 9 de enero de 2011

Rusos voladores




Los cuervos que graznan por la tarde

Doradas nubes bañan la muralla.
Los negros cuervos graznan sobre sus nidos,
nidos en los que quisieran descansar.
En tanto, la joven esposa suspira, sola y triste.
Sus manos abandonan el telar,
sus ojos están fijos en la azul cortina del cielo,
cortina que parece separarla del mundo,
como la leve niebla oscurece el río.
Está sola: el esposo viaja por países lejanos;
todas las noches está sola en su alcoba.
La soledad le oprime el corazón,
y sus lágrimas, como fina lluvia, caen en tierra.


Li Po

La berlina detenida en la noche

La luz azul, profunda,
metálica en el agua de los charcos,
apenas si refleja las guirnaldas de piedra,
las líneas de charol.
Aún no despunta el alba sobre la ciudad muda.
Las gárgolas resuenan
botando en las esquinas,
saltando en soledad.
Con el hierro ligero de la lluvia, restallan
las concéntricas losas que forman la rotonda.
El sonar de las horas
va dejando en el aire como un timbre de hielo
que raya los cristales y vibra en las arcadas.
El látigo descansa en el pescante.
Con el viento se abren
los esmaltes oscuros de sus puertas.
Otra vez, en silencio, me promete el viaje,
el inmóvil viaje desde la noche turbia.


Vicente Tortajada

jueves, 6 de enero de 2011

Les Paul & Mary

Banano

Plata

lunes, 3 de enero de 2011

Huida

"Todos los que ganan dinero en ciudades mecanizadas lo utilizan para huir, lo más lejos y con la mayor frecuencia posible, del infierno que es la fuente de su riqueza, trasladan su hogar fuera de los límites de la ciudad, al suburbio; pasan sus vacaciones en lo que todavía queda del campo rural genuino, y cuando se jubilan se retiran para morir en la Costa Azul o en el sur de California o en Montreux o Vevey. Esto no debe sorprender, considerando que la ciudad es tan repulsivamente fea como las manufacturas producidas en masa que esparce. Es, sin embargo, una desdicha espiritual para un trabajador estar alejado emocionalmente del lugar en donde ha realizado su trabajo, ganado su subsistencia y dejado su marca, para bien o para mal, en la historia de la raza humana.
Aún más, esto es una portentosa reversión de la relación en el pasado entre una ciudad y sus ciudadanos. Nuestros registros testifican, desde las primeras fechas que suministran evidencias, que los sentimientos normales de un ciudadano hacia su ciudad han sido de orgullo y amor."

Arnold J. Toynbee

Ciudades en Marcha

sábado, 1 de enero de 2011

Drácula