domingo, 9 de enero de 2011

La berlina detenida en la noche

La luz azul, profunda,
metálica en el agua de los charcos,
apenas si refleja las guirnaldas de piedra,
las líneas de charol.
Aún no despunta el alba sobre la ciudad muda.
Las gárgolas resuenan
botando en las esquinas,
saltando en soledad.
Con el hierro ligero de la lluvia, restallan
las concéntricas losas que forman la rotonda.
El sonar de las horas
va dejando en el aire como un timbre de hielo
que raya los cristales y vibra en las arcadas.
El látigo descansa en el pescante.
Con el viento se abren
los esmaltes oscuros de sus puertas.
Otra vez, en silencio, me promete el viaje,
el inmóvil viaje desde la noche turbia.


Vicente Tortajada

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