Demuestra que no eres un Robot
Así nos interpelan ahora los Robots ciberesféricos si queremos comentar algo en un blog. Los mismos Robots que nos permiten este estéril desahogo del blog, esta penosa engañifa a nuestra insignificancia, este trampantojo poblado de clics, nos reclaman el santo y la seña de que no somos como ellos. Verás, Señor Robot, no estoy tan seguro de no ser un autómata. Minino y despreciable, sí, mas autómata. Tanto es el frío que extramuros se siente. Robots que desconfían de robots. El robot es un lobo para el robot. ¿Quién va?, igual que en el arranque de Hamlet, nos inquieren los Robots vigilantes de la ciberplaya. ¿Sueñan los Robots de la Ciberplaya con misses eléctricas que les hagan cosquillitas en su electrónico perineo? Seguro que sí. Demuéstrame tú, robot, que soy algo, que toda la rabia y el desconsuelo y la desesperanza que a mi través se agita consisten en realidad en algo. Cómo podría engañarte robot mío y colártela como humano, siendo la nada que soy. Demuéstrame tú que eres un robot, y que tienes por tanto mejores sentimientos que los míos: eso me gustaría decirle a mí a las centralitas telefónicas cuando llamas para una urgencia, al cajero automático que no entiendo, al ordenador que por mí escribe cuando le da la gana. Al mundo, al que tan indiferente siempre resultamos: demostradme, criaturas antipáticas, que no sois un robot. Nos exigen los robots, que son quienes escriben ya, mezclando al azar las palabras, los mejores poemas, una demostración de que no somos ellos, pero qué somos ya todos sino replicantes prolongaciones suyas. Nada de lo robótico nos es ajeno.
José Antonio del Pozo
José Antonio del Pozo