Lila
Surgiste, emperatriz de los altares,
esposa de tu dulce Nazareno,
con tu atavío vaporoso, lleno
de piedras, brazaletes y collares.
Celoso de tus júbilos albares,
el ataúd te recogió en su seno,
y hubo en tu místico perfil un pleno
desmayo de crepúsculos lunares.
Al contemplar tu cabellera muerta,
avivóse en tu espíritu una incierta
huella de amor. Y mientras que los bronces
se alegraban, brotaron tus pupilas
lágrimas que ignoraran hasta entonces
la senda en flor de tus ojeras lilas.
La novicia
Julio Herrera Reissig
1900
esposa de tu dulce Nazareno,
con tu atavío vaporoso, lleno
de piedras, brazaletes y collares.
Celoso de tus júbilos albares,
el ataúd te recogió en su seno,
y hubo en tu místico perfil un pleno
desmayo de crepúsculos lunares.
Al contemplar tu cabellera muerta,
avivóse en tu espíritu una incierta
huella de amor. Y mientras que los bronces
se alegraban, brotaron tus pupilas
lágrimas que ignoraran hasta entonces
la senda en flor de tus ojeras lilas.
La novicia
Julio Herrera Reissig
1900