martes, 31 de enero de 2012

Rose

domingo, 29 de enero de 2012

El exorcista

Los amigos de Emilio

Al Sr. Director de Le Gaulois.
Su periódico fue el primero en anunciar Las Veladas de Médan, y usted me pregunta hoy algunos detalles particulares sobre los orígenes de este volumen. Le parece interesante saber si lo que pretendíamos con ello era afirmar una ideología para hacer escuela y emitir un manifiesto.
Yo le responderé a algunas de estas preguntas.
No tenemos la pretensión de crear un movimiento. Somos simplemente algunos amigos, que una admiración común nos reune en casa de Zola, y que, enseguida, una afinidad de temperamentos, de sentimientos muy parecidos sobre todas las cosas, una misma tendencia filosófica nos une de vez en cuando.
En cuanto a mí, que no soy todavía nadie como literato, ¿cómo podría haber tenido la pretensión de pertenecer a una escuela? Admiro indistintamente todo lo que me parece superior de todos los siglos y de todos los géneros.
Sin embargo, se produce en nosotros una reacción inconsciente, fatal, contra el espíritu romántico, por la única razón de que las generaciones literarias siguientes no se parezcan.
Pero, del resto, lo que nos afecta del romanticismo, de donde han salido imperecederas obras de arte, es únicamente su resultado filosófico.
No nos quejamos de que la obra de Hugo haya destruido en parte la obra de Voltaire y de Diderot. Por el sentimentalismo exagerado de los románticos, por su desconocimiento dogmático del derecho y de la lógica, el viejo sentido común, la antigua sagacidad de Montaigne y de Rabelais han desaparecido casi de nuestro país. Han sustituido la idea de perdón por la idea de justicia, sembrando en nosotros una sensiblería misericordiosa y sentimental que ha reemplazado a la razón.
Es gracias a ellos que los teatros, llenos de caballeros sospechosos y de muchachas, no pueden tolerar sobre la escena un simple pícaro. Es la moral romántica de la muchedumbre que provoca, la mayoría de las veces, a los tribunales a absolver a unas particulares mujerzuelas enternecedoras pero sin excusa.
Tengo por los grandes maestros de estas escuela (puesto que se considera escuela) una admiración sin límites, provocando a menudo dilemas en mi razón; pues encuentro que Schopenhauer y Herbert Spencer tienen sobre la vida ideas mucho más claras que el ilustre autor de Los Miserables. - He aquí la única crítica que me atreveré a hacer, y no se trata aquí de literatura.- Desde el punto de vista literario, lo que nos parece odioso, son los viejos órganos de Bárbarie lacrimógenos, de los que Jean-Jacques Rousseau ha inventado el mecanismo que ha generado una serie de novelistas, detenido, espero, y que el Sr. Feuillet, se ha obstinado en dar vuelta a la manivela, respetando invariablemente los mismos amaneramientos lánguidos y falsos.
En cuanto a las disputas sobre las palabras: realismo e idealismo, yo no las entiendo.
Una ley filosófica inflexible nos enseña que no podemos imaginar nada que se escape a nuestros sentidos; y la prueba de esta imposición, es la estupidez de las concepciones llamadas ideales, de los paraísos inventados por todas las religiones. Nosotros tenemos este único objetivo: El Ser y la Vida, que es necesario comprender e interpretar artísticamente. Si no se logra conseguir la expresión, a la vez exacta y artísticamente superior, es que no se tiene suficiente talento.
Cuando un caballero, calificado como realista, tiene la preocupación de escribir lo mejor posible, y sin sentirse perseguido por inquietudes artísticas, es, desde mi punto de vista, un idealista. En cuanto al que tiene la audacia de pretender hacer la vida más bella que la naturaleza, como si se pudiese imaginar otra que no existe, de usar el cielo en sus libros, y que escribe en " novelado para damas ", no es más, a mi parecer, que un charlatán o un imbécil. Adoro los cuentos de hadas y debo añadir que esta clase de concepciones deben ser más verosímiles, en su ámbito particular, que no importa que novela de costumbres de la vida contemporánea.
Veamos ahora algunos apuntes sobre nuestro volumen.
Nos encontramos reunidos, en el verano, en casa de Zola, en su propiedad de Médan.
Durante las lentas digestiones de las grandes comilonas (pues somos todos golosos y refinados, y Zola come él solo como tres novelistas normales), charlábamos. Él nos contaba sus futuras novelas, sus ideas literarias, sus opiniones sobre diversas cosas. Alguna vez tomaba un fusil, que maniobraba con torpeza y, sin dejar de hablar, disparaba a unas altas hierbas alentado por nosotros que decíamos que eran pájaros, contrariándose considerablemente cuando no encontraba ningún cadáver.
Otros días pescábamos con caña. Hennique se destacaba, para gran desesperación de Zola que no atrapaba más que zapatos.
Yo quedaba tendido en la barca La Nana, o bien me bañaba durante unas horas, mientras que Paul Alexis contaba chistes picantes, Huysmans fumaba unos cigarros y Céard se aburría, encontrando el campo aburrido.
Así se pasaban las tardes; pero, como las noches eran magníficas, cálidas, llenas de olores de follaje, íbamos a pasear a la gran isla de enfrente.
Yo trasladaba a todo el mundo en La Nana.
Entonces, una noche de luna llena, hablamos de Mérimée, del qué las damas decían: "¡Que encantador autor de cuentos! " Huysmans pronunció poco después estas palabras:
-Un escritor de cuentos es una persona que no sabe escribir, vende pretenciosamente pamplinas.
Se puso a recorrer todos los escritores de cuentos célebres y a alabar a los narradores a viva voz entre los que se encontraba uno de los más maravillosos que nosotros conocíamos, el gran ruso Turguéneff, ese maestro casi francés; Paul Alexis sostenía que escribir un cuento es muy difícil. - Cèard, un escéptico, mirando la luna, murmuró:
-He aquí un bonito decorado romántico; se debería utilizar ...
Huysmans añadió:
- Contemos historias sentimentales.
A Zola le pareció una buena idea, que se contaran unas historias.
La sugerencia nos hizo reír y, se convino, para aumentar la dificultad, que la temática elegida por el primero se mantendría por los otros desarrollando, eso sí, aventuras diferentes. - Nos sentamos y, en la gran calma del campo, adormecidos bajo la brillante luz de la luna, Zola nos contó esta terrible página de la historia siniestra de las guerras que se llama L'Ataque du Moulin. Cuando hubo acabado, cada uno escribía:
-Es necesario escribir esto rápido.
Él comenzó a reír:
-Eso está hecho.
Al día siguiente Huysmans nos divirtió mucho con la narración de las miserias de un soldado sin entusiasmo. - Cèard, nos describió el cerco de París, desarrollando una historia llena de filosofía, siempre verosímil sino verdadera, pero real después del viejo poema de Homero . Pues si la mujer inspira eternamente tonterías en los hombres, los guerreros a los que ella brinda especialmente su interés, sufren necesariamente más que otros.
Hennique nos demostró una vez más que los hombres, con frecuencia razonables e inteligentes, considerados aisladamente, se convierten infaliblemente en unos brutos cuando están en masa. Es lo que se podría denominar: la embriaguez de los locos. No conozco nada más gracioso y más horrible al mismo tiempo, que el cerco de esta casa pública y la matanza de las pobres muchachas.
Pero Paul Alexis nos hizo esperar cuatro días, no encontrando tema. Quería contarnos una historia de prusianos profanando cadáveres. Nuestra exasperación lo hizo callar y acabó por imaginar la divertida anécdota de una gran dama yendo a recoger a su marido muerto en el campo de batalla y dejándose "enternecer" por un pobre herido. Y este soldado ¡¡ era un sacerdote !!
Zola encontró estos relatos curiosos y nos propuso hacer un libro.
He aquí, señor Director, algunas notas, rápidamente escritas, pero conteniendo, creo yo, todos los detalles que le pueden interesar.
Quiero presentarle, con el agradecimientos por su benevolencia, mis respetos más sinceros.




Guy de Maupassant

viernes, 27 de enero de 2012

Cremin

miércoles, 25 de enero de 2012

Guan chu wari wari, ah, ah, ah, ah...

Menú del día

lunes, 16 de enero de 2012

Anís y pistola

Belle de jour fue quizás el mejor éxito comercial de mi vida, éxito que atribuyo a las putas de la película más que a mi trabajo”.


Luis Buñuel

domingo, 15 de enero de 2012

Gisa Gert

viernes, 13 de enero de 2012

El círculo


He visto un árbol más alto que todos los demás,
colgaban de él frutos inalcanzables;
he visto una gran iglesia: sus puertas estaban abiertas
y todos salían de ella pálidos y fuertes
y dispuestos a morir;
he visto a una mujer sonriente y pintada:
jugaba a los dados de su dicha,
perdiéndola.
Había en torno a estas cosas
un círculo que nadie cruza.



Edith Södergran

jueves, 12 de enero de 2012

Za Za

martes, 10 de enero de 2012

Sin novedad en el frente



Nosferatu

lunes, 9 de enero de 2012

Sonny en el almacén

Cuerpo a la vista

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
plata sin fin de tu costado.
tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.
Siempre hay abejas en tu pelo.
Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.
Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.
Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.
Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)
Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.



Octavio Paz

domingo, 8 de enero de 2012

Días de ocio en la Patagonia

“Es duro vivir en el seno de una Naturaleza indomada o sometida a medias, pero hay en ello una maravillosa fascinación. Desde nuestro confortable hogar en Inglaterra, la naturaleza nos parece una paciente trabajadora, obedeciendo siempre sin quejarse, sin rebelarse nunca y sin murmurar contra el hombre que le impone sus tareas; así puede cumplir la labor asignada, aunque algunas veces las fuerzas le fallen. ¡Qué extraño resulta ver a esta Naturaleza¬, insensible e inmutable, transformada más allá de los mares en una cosa inconstante y caprichosa, difícil de gobernar; una hermosa y cruel ondina que maravilla por su originalidad y que parece más amable cuanto más nos atormenta. Un ser que tan pronto ríe como llora, tirano y esclavo alternativamente, desbaratando hoy el trabajo de ayer o realizando mañana, contenta, más de lo que se espera de ella, y que, de repente, frenética, hunde sus dientes malignos en la mano del que la golpea o la acaricia... Todos estos cambios rápidos e incomprensibles, aunque dañan y destruyen nuestros planes, repercuten en la mente, sacudiendo energías latentes y cuyo descubrimiento nos llena de satisfacción. Pero aún no hemos sondeado todas sus profundidades, ni nos imaginamos, al ver sus frecuentes sonrisas placenteras, hasta dónde puede llevarla su fiero enojo. A veces es presa del furor que le causan las indignidades a que la sujeta el hombre podando sus plantas, levantando su suelo blando, pisoteando sus flores y sus hierbas. Entonces adopta su más negro y terrible aspecto, no una mujer hermosa que en su furia no tiene en cuenta su belleza, arranca de raíz los más nobles árboles y levanta la tierra esparciéndola por las alturas y dándole al cielo un tinte aún más sombrío. Y como no considera suficientemente la oscuridad para aterrorizarnos, inflama el poderoso caos que ha creado cruzándolo con latigazos de fuego, mientras el suelo es sacudido con sus coléricos truenos. Cuando se cree que la maldición ha caído sobre el hombre y toda su obra, cuando se han agotado las energías para seguir la lucha, su genio cambia, los arrebatos se calman y no parece quedar rastro de ellos cuando miramos hacia arriba y nos reconforta su pacífica sonrisa. Estas iras sublimes son, no obstante, poco frecuentes y se olvidan con rapidez.
El hombre aprende a despreciar las amenazas de un cataclismo que nunca llega y sigue enderezando viejos árboles, cultivando el suelo y alimentando las manadas con su pasto y sus flores. Él dominará los ímpetus salvajes algún día, pero el momento no ha llegado aún, pues la Naturaleza luchará por mantener su antigua supremacía. Y él no puede alterar inmediatamente el inveterado orden, al cual se aferra tenazmente, como el indio a su vida salvaje. El ensayo de la Naturaleza de ahuyentar al hombre ha fracasado. El se ríe de su máscara terrorífica porque sabe que sólo es una máscara que la sofoca y que, por lo tanto, no podrá soportala mucho tiempo. Acabará por desecharla y hará la guerra al hombre de otra manera. Se someterá a su yugo y será dócil, para poder traicionarlo y vencerlo al fin; inventará mil sorpresas y tretas extrañas, molestarlo un cien formas; zumbará en sus oídos y clavará aguijones en su carne; lo enfermará con el perfume de las flores y lo envenenará con la dulce miel, y cuando repose, a la hora del descanso, lo aterrorizará con una súbita aparición de un par de ojos sin párpados y una temblorosa lengua en forma de horquilla. Él esparce las semillas, y mientras espera que germinen y brote la verde espiga, la tierra se abre, dejando salir un ejército de langostas amarillas que se las devoran. Ella también, caminando invisible a su lado, arroja milagrosas semillas junto a las suyas. Pero él no se deja vencer, porque destruirá a esos listados y moteados seres, secará los pantanos, incendiará los bosques y praderas, matará a sus salvajes animalillos por millares, para cubrir las llanuras de ganado, ondulantes plantas de trigo y montes frutales. Y ella, escondiendo la cólera que hierve en su corazón, sale un día al amanecer, secretamente, sopla sus trompetas sobre las montañas, llamando en su auxilio a sus innumerables hijos. Se ve apurada y grita para que vengan a ayudarla y defenderla los hijos que la aman, y muy pronto del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, llegan por millares seres que cubren el suelo arrastrándose y por el aire nubes que oscurecen el cielo. Ratones y grillos pululan en los sembrados; mil pájaros audaces reducen a piltrafas los espantapájaros, a fin de proveerse de la paja necesaria para construir sus nidos; son devorados los verdes pastos y los árboles quedan sin corteza, fingiendo enormes esqueletos blancos sobre los campos desnudos y solitarios, agrietados y resecos por el fuerte sol. Cuando el hombre llega al colmo de la desesperación, cesa por fin el ataque y el hambre diezma las huestes de sus enemigos, que se devoran los unos a los otros y perecen en su totalidad. Todavía vive él para la¬mentar su pérdida, luchando aún, resuelto y sin someterse. Ella también llora la destrucción de sus hijos, que ahora, muertos, sólo sirven para fertilizar el suelo y dar nueva fuerza a su implacable enemigo. Pero tampoco se rinde; seca sus lágrimas y ríe otra vez, pues ha encontrado un arma nueva que usará para atormentarlo durante mucho tiempo. Diseminará por la tierra infinidad de plantas nocivas que surgirán por doquiera, invadiendo los campos como parásitos, absorbiendo toda su humedad, tornando a las tierras estériles.
Por todas partes, como por obra de milagro, se extiende el manto verde de las hojas dañosas que producen sólo simientes amargas y frutos venenosos. Él las cortará por la mañana, pero por la noche crecerán de nuevo; con sus queridas hierbas ella agotará su espíritu destrozándole el corazón, y reirá, mientras él se canse más y más de la infructuosa lucha, hasta que al fin, cuando ya esté a punto de perecer, subirá de nuevo a las montañas, y haciendo sonar sus trompetas llamará otra vez a sus súbditos para que vayan y lo destruyan definitivamente. Y no es esto pura imaginación: la Naturaleza está pintada aquí en colores bien reales. Tal es la contienda en que se embarca el colono, llena de grandes e inesperadas vicisitudes, que requiere la mayor vigilancia y la más sutil estrategia de su parte. Si sus sueños no se realizaron nunca, su situación no es la peor, comparada con la de los demás. Para el que nació y se crió en la llanura, las montañas distantes son siempre una región encantada, mas cuando llega a ellas la gloria ya no existe, pues han desaparecido los matices opalinos, las sombras azuladas de la tarde y los tonos violetas del crepúsculo. No halla sino una confusión de rocas amontonadas, y, aunque no era esto lo que él esperaba, concluye por preferir la rudeza de la montaña a la monotonía de la planicie. El hombre que termina su carrera con una caída del caballo o es arrastrado por la corriente y se ahoga al cruzar un arroyo desbordado, ha tenido, en la mayoría de casos, una vida más feliz que el que muere de apoplejía en una elegante oficina o en su lujoso comedor, o al que sorprende la parca leyendo y deja caer la cabeza sobre el libro que tenía en las manos. Es indudable que aquél no se ha cansado del mundo y que nunca se le habrá oído quejarse ni lamentarse de la vanidad de todas las cosas.”


Guillermo Enrique Hudson
Días de ocio en la Patagonia

viernes, 6 de enero de 2012

La elegancia perdida

jueves, 5 de enero de 2012

Ahora que ya no soy más joven

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavía no te he conocido?

Piedad Bonnett

domingo, 1 de enero de 2012

Sincronismos

Imanes

Sucundum