martes, 27 de abril de 2010
jueves, 22 de abril de 2010
martes, 20 de abril de 2010
Dejad las vírgenes ...
Permitid, Señor, un poco de lujuria en este mundo.
Permitid que el roce de los labios sea caliente levadura,
permitid que las pupilas de luto del deseo se hundan en el
pozo de otros ojos,
permitid que la mano del osado amante palpe la sangre
ajena estremecida.
Dejad hervir la entraña de los machos sobre la piel desnuda
dejad el juego de los adolescentes labios bucear en
los senos de los lirios,
dejad las vírgenes con su secreto fuego ardiendo en piras
escondidas,
dejad los muslos de los verdes tallos mezclarse en llamas
de tacto, en apretadas lianas de caricias.
Que el rubor se desnude enteramente y la escultura
surja de tactos y torrentes,
que los zumos de ojos exprimidos y de brazos,
manen de fuentes secretas y de labios.
Permitidlo, Señor, que ya sufrieron sus penas los humanos,
que ya, bastante, la carga duró sobre los hombros.
Juan Bernier
Permitid que el roce de los labios sea caliente levadura,
permitid que las pupilas de luto del deseo se hundan en el
pozo de otros ojos,
permitid que la mano del osado amante palpe la sangre
ajena estremecida.
Dejad hervir la entraña de los machos sobre la piel desnuda
dejad el juego de los adolescentes labios bucear en
los senos de los lirios,
dejad las vírgenes con su secreto fuego ardiendo en piras
escondidas,
dejad los muslos de los verdes tallos mezclarse en llamas
de tacto, en apretadas lianas de caricias.
Que el rubor se desnude enteramente y la escultura
surja de tactos y torrentes,
que los zumos de ojos exprimidos y de brazos,
manen de fuentes secretas y de labios.
Permitidlo, Señor, que ya sufrieron sus penas los humanos,
que ya, bastante, la carga duró sobre los hombros.
Juan Bernier
Bobby
No era el amor y se llamaba Antonio.
Hablaba como un indio del Far-West:
«hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola.
Y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando
- y reía -
la noche era más larga, más amarga, más lenta.
Por las villas de canos jubilados de Holanda,
por la «suite» de la vieja dama inglesa,
la viuda o divorciada más allá de los ácidos,
por el apartamento oscuro del borracho,
surgía su desnudo auroral como Jonia.
Era animal de dicha y entraba fiel, ruidoso,
un grueso calabrote de plata por el cuello...
Sobre muebles de Herraiz o lacas chinas,
biombo bermellón de zancudas doradas,
o en raída moqueta o taquillones
de castellano en serie,
iba dejando las botas deportivas,
los calcetines rojos,
el pequeõo taparrabos celeste,
la camiseta como broquel de un pecho
sin defensa. Portador de alegria,
tal un dios de tobillos alados que bajara
a los orcos humanos
ahuyentaba la lágrima, la carta, los somníferos,
la desesperación y su lívida mecha.
Y una noche me dijo, su lengua por mi oído,
«Quisiera haberme muerto».
Pablo García Baena
Hablaba como un indio del Far-West:
«hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola.
Y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando
- y reía -
la noche era más larga, más amarga, más lenta.
Por las villas de canos jubilados de Holanda,
por la «suite» de la vieja dama inglesa,
la viuda o divorciada más allá de los ácidos,
por el apartamento oscuro del borracho,
surgía su desnudo auroral como Jonia.
Era animal de dicha y entraba fiel, ruidoso,
un grueso calabrote de plata por el cuello...
Sobre muebles de Herraiz o lacas chinas,
biombo bermellón de zancudas doradas,
o en raída moqueta o taquillones
de castellano en serie,
iba dejando las botas deportivas,
los calcetines rojos,
el pequeõo taparrabos celeste,
la camiseta como broquel de un pecho
sin defensa. Portador de alegria,
tal un dios de tobillos alados que bajara
a los orcos humanos
ahuyentaba la lágrima, la carta, los somníferos,
la desesperación y su lívida mecha.
Y una noche me dijo, su lengua por mi oído,
«Quisiera haberme muerto».
Pablo García Baena
Desnuda
Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus rios serán mis rios.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela
y yo te llevaré por mares escondidos.
Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.
Carmen Conde
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus rios serán mis rios.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela
y yo te llevaré por mares escondidos.
Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.
Carmen Conde
lunes, 19 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
Ella aguarda alguna cosa
Una oscura mujer de muchos años
levemente tocada con un bello corset afro-romántico
Escucha atentamente
Los sonidos más dispersos y antagónicos confluyen en
sus manos donde crece la hierba
Pero sus largos vestidos van más allá de toda suposición
Y en sus corpiños de amianto nace el sueño de los volcanes
Ella consume con sus ojos taciturnos
Las insaciables hogueras de la atmósfera
Y elimina las serpientes con un giro de sus piernas decimales y únicas
Únicas
No por su bella figura acrisolada sino más bien por su color
Ella visita los hospitales y hace el amor con los enfermos
Y sabe descifrar los signos cartográficos en que se basa el peligro
Ella encuentra una moneda en cualquier parte
Y pasea desnuda por las azoteas para mantener candente la llama del amor
Ella encubre al ladrón y ampara al asesino
Ella cierra los ojos del cadáver y le entrega su boca parpadeante
Ella es tan du1ce que no puede subir las escaleras
Ella espera la redención de los pájaros para morir
Ella toca su flauta y hace llover
Y cuando muchos pájaros reunidos de súbito en un ámbito claro y espacioso
(Teniendo siempre en cuenta la gravedad de la Tierra)
La circundan como a una vieja estatua de un país legendario
Ella abre sus piernas poderosas y les da su calor
Julio Llinas
levemente tocada con un bello corset afro-romántico
Escucha atentamente
Los sonidos más dispersos y antagónicos confluyen en
sus manos donde crece la hierba
Pero sus largos vestidos van más allá de toda suposición
Y en sus corpiños de amianto nace el sueño de los volcanes
Ella consume con sus ojos taciturnos
Las insaciables hogueras de la atmósfera
Y elimina las serpientes con un giro de sus piernas decimales y únicas
Únicas
No por su bella figura acrisolada sino más bien por su color
Ella visita los hospitales y hace el amor con los enfermos
Y sabe descifrar los signos cartográficos en que se basa el peligro
Ella encuentra una moneda en cualquier parte
Y pasea desnuda por las azoteas para mantener candente la llama del amor
Ella encubre al ladrón y ampara al asesino
Ella cierra los ojos del cadáver y le entrega su boca parpadeante
Ella es tan du1ce que no puede subir las escaleras
Ella espera la redención de los pájaros para morir
Ella toca su flauta y hace llover
Y cuando muchos pájaros reunidos de súbito en un ámbito claro y espacioso
(Teniendo siempre en cuenta la gravedad de la Tierra)
La circundan como a una vieja estatua de un país legendario
Ella abre sus piernas poderosas y les da su calor
Julio Llinas
miércoles, 7 de abril de 2010
Caricias
1. Da abundantes caricias positivas cuando corresponda.
2. Acepta las caricias positivas que mereces.
3. Pide las caricias positivas que necesitas.
4. Date caricias positivas a ti mismo.
5. No aceptes caricias negativas destructoras.
Claude Steine
Intercambio de economía adecuada de caricias.
2. Acepta las caricias positivas que mereces.
3. Pide las caricias positivas que necesitas.
4. Date caricias positivas a ti mismo.
5. No aceptes caricias negativas destructoras.
Claude Steine
Intercambio de economía adecuada de caricias.
domingo, 4 de abril de 2010
Dama sola
Bajo la sombra profunda de los árboles, cerca de un mármol,
bajo un sauce, ella se siente tan sola
y se acaricia el hombro, suavemente.
Deslizándose por su redondez, sus dedos alcanzan el seno,
tiene un escalofrío, palidece y de pronto
lo abandona.
El extravío ha pasado. Ella retoma su bordado.
Jan Slauerhoff
bajo un sauce, ella se siente tan sola
y se acaricia el hombro, suavemente.
Deslizándose por su redondez, sus dedos alcanzan el seno,
tiene un escalofrío, palidece y de pronto
lo abandona.
El extravío ha pasado. Ella retoma su bordado.
Jan Slauerhoff