miércoles, 20 de junio de 2012

Brian

El libro y su anécdota

En una mesa de novedades de La Casa del Libro me topé con el libro de Giles Tremlett "España ante sus fantasmas". Estaban, side by side, la versión española y la original inglesa, "Ghosts of Spain". Tremlett, corresponsal de The Guardian en España, se une con este libro a la legión de anglosajones que han querido plasmar en un libro su particular descubrimiento de la Piel de Toro. No compré el libro ese primer encuentro, probablemente lo haga en un segundo (forma parte de mi particular liturgia con los libros y las librerías) pero me llamó la atención este párrafo de la contracubierta de la versión inglesa:


"Tremlett's journey was also an attempt to make sense of his personal experience of Spaniards. Do they prefer anarchy or order? Why do they dislike authority figures, but are cowed by a doctor's white coat? When do they sleep? How had women embraced feminism without men noticing? What binds gypsies, jails and flamenco? Why do Spaniards go to plastic surgeons, donate their organs, visit brothels or take cocaine more than other Europeans? Finding answers to those questions involved travelling some strange and colourful byroads . . ."


Los tópicos son la salsa imprescindible de este tipo de libros: el flamenco, la siesta, el vuelva usted mañana, el omnipresente ruido ... (¿cómo va a entender un inglés que se pueda vivir con tanto ruido, si yo no lo he entendido en toda mi vida?). Pero, por alguna razón, me quedé con la supuesta contradicción entre el rechazo a la autoridad y la cobardía frente a los médicos. No es la primera vez que veo u oigo a un inglés hacernos este reproche: nos quejamos por todo, pero no reclamamos por nada. Tenemos interiorizado que nuestra reclamación será ignorada, así que todo queda en una pataleta al estilo italiano: piove, governo ladro!. Y respecto de los médicos... ¿miedo?, ¿sumisión reverencial?, ¿síndrome de Estocolmo?. A los médicos les gusta adoptar una actitud paternalista, sacerdotal, a veces campechana, otras profesoral, pero siempre desde una autoridad que se supone implícita e indiscutible. La sonrisa paternalista se torna en actitud áspera y distante, cuando no displicente, si uno no adopta una actitud acorde con ese paternalismo. A modo de anécdota: yo suelo empezar con el usted (lo hago con todo el mundo) pero si él me tutea, respondo consecuencia; este sólo hecho es suficiente, a veces, para desencadenar un patente y molesto cambio de actitud. (Hablo sobre todo, no hace falta decirlo, de la sanidad pública).



Pabellon de reposo

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