Letras anónimas
"Hola, qué tal. La verdad es que yo no tengo ni idea, pero según mi mujer, los artistas no han disimulado su entusiasmo, y a veces desmedido, por los lavabos, la galería de retratos de gente importante que realiza Rafael Górdito. Trabaja con fotos, Rafael, pero, en cierta forma, el resultado es irreconocible, así que tampoco importa mucho.. No me interesa nada este pavo que pinta lavabos, ciertamente, intentaré hablar lo menos posible de él. Frente al retrato de su amiga [Retrato de Dore Asthon, Rafael Górdito, Marsella 2013, óleo sobre lienzo], Miquel Barceló, que la llevaba del brazo, me dijo -acerca de otro tema- que prefiere hablar si hay que hablar, y no hablar si no hay que hablar, o eso dice él, y señalaba el lavabo, pero luego no lo respeta nunca, y se refería a Dore. Dore pidió una silla. Le llevaron un vaso de agua. En ese instante, Barceló, que parecía alegre, se ensombreció. Tenía el ceño muy fruncido, barruntaba, cada uno por su lado, pues, sentada en la silla, la anciana parecía como cantar una nana. Miré a mi mujer. Era nuestra guía por el lugar. Ella había nacido en esa mansión, y ella nos tenía que guiar, pues sus hermanos, que eran quienes vivían allí, no aparecieron. Estaba en una esquina, hablando por teléfono. La quiero. Miquel nos ayudó mucho a ambos, y yo podría hablar extensamente, acerca de Miquel, también, o de mi mujer, y todo sería bueno, pero no hace al caso. Mi mujer, no quiso nunca cambiarse el apellido. Miquel se portó maravillosamente con ella, se había dedicado un tiempo al arte. Le fue mal, y se le secó la pasión, y Miquel fue una gran ayuda. Sigamos. El día fue largo. La visita todavía estaba a la mitad. Luego fuimos a un restaurante, saliendo de la ciudad, en la misma carretera de salida.
Hablaron mucho de Rafael Górdito, pero, sin embargo, del cuadro que habíamos ido a ver, expresamente, como en una visita guiada, a la mansión Nenabadan, y que Barceló ["Homenaje a Barceló"; Rafael Górdito, Marsella, 2013, óleo sobre lienzo] quería tener, Asiral y Romale Nenabadan, por la razón que luego se sabrá, no dijeron nada hasta el final de la comida. Lo habíamos visto, Homenaje a Barceló, justo después de ver el retrato de Dore Asthon. El trazo (dijo mi mujer, Etrale, ante el cuadro) recuerda tanto el rococó siniestro y estilizado del italiano Il Lissandrino, como queráis, que a mí -de cualquier forma- me gusta de veras. Alessandro Magnasco, dijo Dore Asthon, el que tanto te gusta. Sí, dijo Miquel, y apretó un poco más fuerte el brazo de su vieja amiga y, como si no estuviéramos allí, Etrale y yo, continuaron andando por las salas, pero ya no era lo mismo, se podía ver, y luego les llevamos a comer. El cuadro estaba en la alcoba nupcial. Había arreglado el baño de ese cuarto más de una vez. El padre, Aicna Lubmaal Nenabadan, me contrató mucho tiempo atrás, así llegué a la familia. La mujer de mi jefe le engañaba. Luego, él murió. La viuda, la madre de Etrale, lo pasó mal. Oreni Dle Nenabadan, como hacía creer a la prensa, ya estaba bien, pero lo pasó mal, por su ritmo maldito, sumergida, ella y sus chulos, en el gasto desproporcionado. No vivió mucho, ni siquiera pudo gastarse la parte que a ella de suyo le hubiera tocado del reparto estipulado en el testamento y que según he oído amañó. Luego, Romale, haría lo mismo. Etrale, la pequeña, no tenía muy buena relación, y de la madre no me habló jamás gran cosa. La muerte del señor Nenabadan, acaso fue cómica y desagradable. La ambulancia que le llevaba al hospital, desatendida, porque el camillero preparaba un vendaje al enfermero, con una brecha en la cabeza, fue el escenario. Mal atado, y bajo el efecto de alguna droga alucinógena, creyendo que nadaba, boca abajo, reventó. Su estilo preferido era el crol. El murete de la cripta que le conmemora (que guarda sus cenizas; que esperaba que alguien esparciera al mar, en parte, y que ahora descansan en el mar, como él exigió), tiene un nadador, plantado en lo alto. Lo que es el crol, decía mi jefe, es coger el estilo que mejor convenga en el momento más oportuno para ello. Luego se volverá a repetir. Romale pensaba de manera parecida y Miquel estaba mosca porque no le había visto en la casa. No sabía qué pensar acerca de la venta del cuadro. Luego, nos reunimos y pasó la tarde, puede asegurarse, agradablemente, pero no se habló del cuadro, lo cual incremento el nerviosismo de Barceló. ¡Ay, los hermanos Nenabadan! Asiral tonteó con el viejo Barceló, y, al irnos, jugó conmigo. Nos alejamos un momento del grupo y nos tumbamos en el jardín, a resguardo. Y recuerdo que nos besamos y me dijo que sabía lo mío con Rodna, o Rodna Cle (se lee junto) Nenabadan, la tercera, mayor que mi mujer. Era una verdadera anfitriona. La vi muy guapa esa tarde. Fue la primera, Rodna Cle, en irse. Bueno, no quiero ponerme excesivamente melancólico, la comida estuvo bien, y en ella, se habló de todo. Europa es el pueblo de los locos, no sé si de los locos refinados, o de los locos cuerdos, o de otro tipo de locos, por ejemplo se dijo. Me lo pasé bien, y no siempre me quedé descolgado por el tema del arte, que a mí no me interesa. Fue una tarde memorable. Reía y opinaba y estaba en la conversación, pero con el discurso justo (aunque no todo el rato). Me lo pasé muy bien. Miquel, por ejemplo, habló del descuento que había obtenido de Hacienda, no sé cómo se llamaba, pero tenía un nombre específico. No importa. Miquel daba, por lo visto, cualquiera de las obras inútiles en inventario y no vendidas y se ahorraba una pasta. Era un negocio redondo, y Asiral le sugirió que la comida la pagara él y todos nos reímos. En un plano más serio, Rodna Cle le dijo a todos los de la mesa que a los dos años y medio la habían apuntado a un colegio especial. El síndrome de Asperger, en la actualidad, no es un enfermedad muy grave, dijo. Me emocionó, aunque en ese momento no abrí la boca. Lucía el sol y había muchos árboles a nuestro alrededor, y Asiral hizo un par de chistes, a propósito, por cambiar de tema, que los chistes siempre van muy bien para cambiar de tema, y alguien dijo algo y otro alguien contestó, y luego se volvió a preguntar acerca de cualquier futesa y todos volvimos a reír. Es dificíl contar los chistes que se contaron, y hasta eché una cabezada. Pensé en una gasolinera con un restaurante, a la salida de Madrid. Lo único que tenía en común con el sitio donde estábamos, era estar ambos en una carretera que salía de una gran ciudad, pero ni siquiera era la misma. Luego, al levantar, aspirando involuntariamente una bola de cocaína, creo que de mano de Romale, tomé impulso. Debió caer al suelo, pero eso no evitó que se me quitara el sueño y me pusiera lenguaraz y dijera tonterías. Estuve diciendo tonterías, que, bueno, no hicieron el efecto esperado. Luego, hablaron un poco del cuadro "Homenaje a Barceló". Por fin, pensaría Barceló. Hablemos del cuadro para que la acción encuentre un armazón y nos podamos entender. El cuadro recuerda a Magnasco, como decía mi mujer en la mansión, y dentro del cuadro, tenemos una piscina vacía y gente preparada para un juicio, una piscina y un tribunal, y a juicio de ese tribunal, un lavabo de lo más corriente y moliente del que salen sapos y culebras y serpientes y el revolucionario Mao, que cruza los dedos con una mano, mientras, con la otra, realiza un gesto (el símbolo de los herreros alquimistas), un conejo chinesco de toda la vida, lo digo por quitar un misterio de en medio donde yo creo que no lo hay, por despejar las sombras y avanzar en el relato. Pero, como ese día no lo sabía, fue lo que pregunté. ¿Tiene algún significado? ¿Tenía algún significado? ¿Había alguna expiación en ello? No sé qué cara puse. Me había parecido que Dore decía algo parecido, sino ni abro la boca. Me había parecido que Dore hacía esa pregunta (poco antes, en inglés) a Romale, y sólo pretendía contemporizar, quedar bien con la gente. En la obra de Rafael no hay dolor, ese ser ambiguo o múltiple que es Mao no pretende decir nada. Me pusieron a parir. Eran unánimes en esa opinión, no sobre ponerme a parir, sino sobre Mao. Bueno, con todo, el tema les encandiló, y yo creo que acerté, pues volvieron a hablar otro rato. Me quedé pensando, pues tenía sed, en que no había agua ni camareros ni otros clientes alrededor y que todo me parecía raro.
Pensé en el plato que siempre me pedían mis padres el día de mi cumpleaños, cuando te insisten en que tú tienes un plato preferido, o un color preferido. Lo pensé de nuevo, creo que casi había soñado con ello. Luego recordé la piscina vacía, la del cuadro, porque yo el cuadro lo había visto y podía opinar, y recordé que a Miquel, una deshidratación, a punto lo deja en África, que casi se muere allí. Me salió un gallo al decirlo. Lo dije un par de veces, y me volví a meter en un jardín incómodo. No le gustaba el tema. Lo pensaba muchos días, pero aquel día, al parecer, lo había pensado demasiado. Pensaba en ello, pasándolo mal, mientras miraban, él y Asthon, el cuadro de Asthon, antes de que ella pidiera una silla para sentarse, los cuatro juntos en la mansión Nenabadan. La verdad es que Barceló no me habló de todo esto, pero sí dejó caer una o dos frases. En la comida apenas me habló de ello, tuvieron que pasar unos días. Pero sí dijo, no recuerdo el momento, que los viejos pierden la capacidad de sentir sed, y lo dijo, en un tono -además- muy pesimista. Bueno, dijo Barceló, volviendo al cuadro, decidiéndose por fin a sugerir una posible venta del mismo, ¿me lo vendéis o no me lo vendéis? No, no te lo vendemos, dijo Romale, te lo vamos a prestar. Y le habló de los masaliotas, una extraña historia de un pueblo (curiosamente) africano. El pueblo me parece que se llamaba los masaliotas, creo que sí. Le dijo que los amigos que se separan, intercambian préstamos en dinero, que hay que devolver en el más allá, terminó Romale su discurso. Y de ¿qué trata todo eso?, dijo Miquel, ¿en el fondo?, y se quedó mirando a Romale, pero se quedó mirando a Romale como Dore se había quedado mirando a Miquel toda la vida. En el pasado, una madura Dore Asthon, fue amante de un jovencísimo Miquel Barceló. Dore, quizá le enseñó la mitad de lo que sabe, durmiendo en el mismo saco en una playa de Lisboa, o de las cercanías, y leyendo a Pessoa. La famosa mirada de fuego de Dore Asthon, por lo tanto, se dibujaba en el rostro de Barceló, y nada le fue más difícil en esa tarde, o así me lo parece, a Romale, con las ganas que tenía de quedar bien, que cambiar de metáfora. Barceló, después de esto, aunque no sabía si le habían regalado o no el cuadro (todos habíamos bebido mucho) le dio las gracias. En esas, unos minutos después, le piden el vaso de agua, que a él si le quedaba. ¿Qué dices, Romale? Soy Rodna Cle. ¡Ah, sí, Rodna Cle!, perdona. Miran el agua. Miquel, que hace retroceder la silla, un poco confundido, todo hay que decirlo, le dice que sí, que sí, que se la beba, que se la beba toda, que él no la quiere, o que él no la necesita, no se sabe muy bien lo que dice. A Barceló le sentó fatal. Para colmo, Dore Asthon pidió entonces que llamáramos a un camarero para transportar una mecedora. La gente de la cocina debía de tener algún problemilla con el jefe y no atendían, así que nos dispusimos a hacerlo nosotros. Y no sé quién habló de las parodias de Rafael Górdito mientras estábamos en la faena, y de las parodias de Eduardo Arroyo y las parodias de no sé quien. El cuadro que hacíamos, indudablemente, no le casaría mal a Michelangelo Antonioni. Romale, Miquel y yo, mientras transportábamos trabajosamente aquella mecedora, podíamos parecer cualquier cosa. Hablaron, en la mesa, de la obra de Barceló. Le tenía a mi lado, a Miquel, y parecía una caja que contuviera una bomba a punto de estallar, y sudaba mucho y se veía un poco febril y bastante borracho. Me dijo, sin prestar atención a lo que se decía de él, una cosa que me hizo empezar a lamentar haber hablado antes tan a la ligera. Me preguntó si no era cierto que volando se pierden cantidades ingentes de agua, de masa corporal.. No supe qué contestar. Luego, cuando hicimos el transporte, y estando de nuevo sentados, trasegando alcohol, sin saber qué coño pasaba con los camareros, Barceló cedió a su angustia una de las sillas sobrantes. Puede parecer increíble, pero habló, y justo cuando empezaba a animarse, a decir algo, Doré le cortó. Lo recuerdo. A ver, ¿por qué has dicho eso?, interrumpió la vieja amiga, mirándole de hito en hito. Miquel había dicho que el agua era el gran tema del desierto... Asiral, que les miraba y se preguntaba qué juego se traerían entre manos, dijo, a lo mejor lo ha dicho por decir algo en voz alta. Les miraba con simpatía. No, en serio, dijo Dore. Dore dijo que había tenido un deja vú. He tenido un deja vú de lo más extraño. Me veía enfrente de mi retrato (señaló a los Nenabadan, jocosamente, cuya casa había servido de marco para el deja vù), hablando del cuadro que de mí ha hecho Rafael, mientras pensaba que ya había vivido ese instante, pero que con el deja vú llegaba la experiencia de una Dore Asthon que había nacido en el desierto. Bien raro, dijo Asiral. ¿Qué desierto?, dijo Romale. ¿De tu tierra? Sí, dijo Dore Asthon contestando a la vez a los dos, Acatama. Norte de Chile, dije yo. Sí, dijo Etrale. Nunca he estado en el desierto de Acatama, dijo Dore. Y luego, mientras se balanceaba bajo el sol del otoño, se extendió en el recuerdo de lo que había sentido, y seguía sintiendo y aseguraba nunca iba a poder olvidar. Bueno, Dore Asthon contó aquella extraña historia de la que todos sacamos punta, una punta más o menos absurda, y ya se desentendió, quizá no era del todo cierta. Lo que sí sé es que afectó profundamente al mallorquín, con todo, aceptando a regañadientes, como si dijéramos, esa patata caliente. Mucho me temo que fue así. Asiral lo notó. Barceló la miró, no supo interpretar su mirada, y entonces reincidió en el tema del cuadro, Homenaje a Barceló, que ya le habían regalado. No te he entendido, dijo éste, Asiral, ¿el cuadro me lo vendéis o no me lo vendéis? No, no te lo vendemos, Miquel. Te lo regalamos. Piensa que, al hacerlo, se nos ha pasado por la cabeza que nos gustaría ser un poco más amigos, o estar un poco más en contacto, contigo, quiero decir, Romale y yo. Como dice At-Tanukhi, dijo con su quebrada voz de borracha, medio adormilada, Dore Asthon, cerré los ojos para no tener que ver como me moría, nacimiento y muerte, dijo seguidamente, y se reía muy potente, no como un joven, ni como un varón, aunque con una rotundidad que se le podía confundir. Y ahora, a ver, ¿por qué has dicho eso, Dore?, preguntó Miquel. Dore, desde la mecedora, dijo que bromeaba. ¿Bromeabas? Sí, bien, bromeaba con lo del desierto de Acatama, Miquel, por quitarle peso, tal vez, no lo sé, y lo dijo, riéndose, Dore Asthon, pero riéndose, de hecho, todavía más que antes, mientras se balanceaba, ajena al paisaje que no veía, según aseguraba, pero quizá mentía también en esto y seguía teniendo una mirada de lince. Pidió unas cartas, ya las había pedido varias veces. Asiral se levantó y se sentó con ella. Barceló no decía nada. Dore Asthon dijo lo que dijo y afectó a mi amigo y luego hizo un viraje a lo general y se desentendió, como se suele decir, y con ella, todos los demás. Aunque el tema, todavía circuló de aquí para allá unos minutos, como en duermevela, crispando más a Miquel, tal vez, hasta irse a enterrar, es lo más probable, debajo de un recio olmo que le hacía de refugio a una camada de perros que había por allí, muy cerca de nosotros, casi tocándonos, retozando, los perros, generaban en el cuadro general una mayor sensación de despliegue, por decirlo de alguna manera, floral. Fue más o menos en ese momento, cuando la generosa Asiral Nenabadan, pues de ella había salido la idea de regalar el cuadro "Homenaje a Barceló" a Barceló, me dijo, mi padre te apreciaba mucho. Me lo dijo desde la mecedora. Todo el mundo la escuchó. Mi padre siempre decía que había que encontrar formas ingeniosas de resolver problemas, como en el estilo crol se busca siempre el mejor movimiento, sin reglas precisas, eso era lo que decía mi padre de ti, comparándose consigo mismo, comparándolo todo con la natación. Me hizo gracia el recuerdo, no por la muerte, sino porque el padre y yo habíamos filosofado mucho sobre el hecho, y habíamos llegado a la conclusión de que lo único que merecía la pena era seguir el estilo crol, que era como seguir todos los estilos al mismo tiempo. ¿El estilo crol?, dije. Luego lo repetí, aunque sin un tono especial, sonriendo. Efectivamente, dijo ella, ni más ni menos, el mejor estilo del mundo, ¿no te parece?, preguntó, a su vez, ya no tanto mirándome a mí, como mirando a su hermana. Rodna Cle, sin embargo, prefirió eludir el tema y sacar a relucir, más bien, y mirando a mi mujer, sin ninguna mirada especial, las acuarelas de las que hablaban antes, acerca de la obra del francés, o de cualquier otra tema, nada importante, no lo recuerdo bien, es de lo que prefirió hablar Rodna Cle. Mi mujer y Rodna Cle hablaron mucho, y mujer y yo ya no vivimos juntos. Aquel día, recuerdo que también, hablaba mucho por teléfono. Me puedo imaginar con quien. En fin. Rodna Cle (con candor, como sumergiéndonos a todos en él, dándonos un baño de frescura, se podría decir) también tomó asiento, entre Dore y Asiral. Dore decía que los mejores vinos son los que se toman en el extranjero, da igual que sean extranjeros a su vez, y Rodna Cle le servía vino. La recuerdo hablando con Asiral, hablando con Etrale, o conmigo. La echo de menos. No la volví a ver. Rodna Cle dejó de tomar el medicamento prescrito, y fue como si volviera al siglo XX, o a comienzos del siglo XXI, cuando todo esto del Asperger, estaba controlado pero tenía sus días, y no siempre se acertaba. Pocos días después se mató con el coche de un amigo (me ha costado mucho escribir esta frase). El sol iluminó por unos instantes la cara de la vieja Dore Asthon, que, mientras tanto, dijo.. la parafernalia habitual del gorditismo, que... como la parafernalia habitual del cubismo, Rodna Cle, o la para.. Llámeme, sino le importa, Cle. Muy bien, Cle, a condición de que tú me llames a mí Dore, dijo Dore Asthon, tan amable. Sí, claro, dijo Rodna Cle, y Dore continuó. Me dejé ir, hablaba tan bien, Dore, que me dejé ir y no escuché nada de lo que contó. Era ya tarde. Pensé, como decía antes, en la comida que me pedían el día de mi cumpleaños mis padres en un restaurante de carretera. No se parecía a éste, que tenía jardines y un bosque delante y no sé qué más. Era un sitio muy bonito. Pensé en llamar a casa, y reconciliarme con mis padres, presentarles por fin a Etrale, pero tampoco me vi con el ánimo de desandar el mal kafkiano, si había salido de Praga, a Praga no iba a volver. Y, cuando volví en mí, después de mezclar el recuerdo de la comida de aquellos días y la de la tarde que cuento (pues eso había pedido), Miquel estaba hablando, con la boca ciertamente pastosa y muy pesado, que quería viajar a Frankfurt por tierra, que quería viajar en coche, o en tren, si no en calesa o andando. Me perdono esta pulla, le quiero mucho, pero a veces se pone muy irritable, y lo peor es que, como Barceló es tan buen actor, no te enteras, y al final, sales perdiendo, porque te confunde y cabrea mucho más. ¿En qué piensas?, me dijo éste, de repente y taciturno. Le dije que pensaba en mi pasado. Un descampado iluminado por el sol, dije. Toda la mesa empezó a escucharme, y luego fui muy sentimental y muy blando, imagino, y lo dije, dije todo, más o menos, como lo llevaba dentro, y después me quedé callado, presa del desconcierto. Me empezaron a escocer los ojos y me los froté, y dije.. soy Asperger y me cuesta entender las caras, yo también fui a un colegio especial para aprender a hablar cuando tenía dos años y medio, como Rodna Cle.. Y antes de acabar esta frase, la portadora del nombre que iba a pronunciar, al menos dos o tres veces más, dijo que nos podríamos ir ya. Y casi pasó eso. En torno a mi solar soñado era otoño en todos los árboles, aunque allí, en el recuerdo de la infancia, no había ninguno, dijo Dore Asthon, quizá recordando a Pessoa, parafraseándole, tal vez, aunque no dijo nada de Pessoa (por ejemplo, que Pessoa recordaba haber vivido en sitios que no había pisado, como ella con Acatama). No era una conversación intrascendente, pero cayó fatal. No por la conversación, sino por mi forma de contar, y creo que allí se precipitó la reunión, o cada uno, en el discurso de despedida que tenía preparado, desbarró un instante más, más profundamente, más patéticamente, hasta hundirse en el hoyo de sí mismo que se temía encontrar... Asiral reanimó a la mesa, y dijo varias cosas simpáticas y a mí, no pienses en esas cosas, y allí se acabó todo. Asiral es una grandísima mujer, todos los Nenabadan, más o menos, se han portado siempre bien conmigo. Luego, besuqueándonos en la hierba, escondidos, Asiral me diría lo de su hermana. Todavía recuerdo cuando mi padre te contrató, dijo. Al principio, le dije, no hacía más que soportarme. Tu padre se portó muy bien conmigo pues era un patoso y no tenía donde caerme muerto. La casa Nenabadan, el mantenimiento de la mansión, me enseñó mucho de la vida. Apreciaba tu estilo, dijo Asiral. Le di las gracias y nos fuimos, después de besarnos lánguidamente, sin mucho deseo por ninguna de ambas partes. Barceló no podía quitarse de la cabeza el problema del agua, y seguía empeñado en viajar en tren o en autobús a Frankfurt. La señora Dore Asthon (Viajaban al día siguiente a Franckfurt a una Bienal, sí, pero, en un principio, ni siquiera iban a viajar juntos. En ese momento, todavía tenían billetes separados, en vuelos distintos, quiero decir), le miraba, agarrándole del brazo, sujetándose en él, y le decía que no le entendía. No te entiendo, Miquel. Te he dicho que quiero encontrar una partida de cartas antes de acostarme, que sé de una o dos que hoy estarán en activo en el destino a donde vamos, ¿por qué insistes? ¿Insistir?, dijo ofendido Barceló. Bueno, a lo mejor un poquito, sí. Pero, ¿sabes?, Dore, así tendremos más tiempo para charlar, ¿qué te parece? ¿te animas? Dore, por supuesto, le dijo que no. No tenía tanto tiempo para perder, dijo, y luego, con cajas destempladas, lo mandó a pagar, o a por un camarero, ya que nadie venía, y poco después nos fuimos de allí. Sólo queda por relatar, dentro de mi pequeño trozo de historia lleno de sombras, que, antes de que la señora Dore Asthon empezará a filosofar sobre las gambas al ajillo que yo no me había podido comer, regresó Barceló, y dijo que no había nadie en el bar, en las mesas del interior, o, al mirar fuera, coches en el aparcamiento. Nadie dijo nada. No entraré en detalles. Querer relatar todo esto sería puro despilfarro. Rodna Cle se marchó y nosotros inspeccionamos el restaurante. Lo inspeccionamos y Dore perdió el vuelo, pero allí, entre los trapos de cocina, encontramos por fin una baraja de cartas, y jugamos unas manos, bebiendo buen vino y mucha agua, con Miquel riendo sobre esto y sobre mucho más. Parecía que sí, que se habían marchado por cualquier razón incomprensible, decía, y se ponía morada a agua, casi le da un empacho. Los camareros, lo más seguro, es que imitaran a los ciervos que posiblemente habitaran el bosque que habíamos tenido enfrente durante toda la comida en la que Asiral y Romale le regalaron ese cuadro caro a Miquel, imagino que no hace falta buscar más explicaciones, y se hicieran un poco más amigos, como él vaticinó, al estilo masaliota. Todo tan raro, pero así fue, ¡quién sabe por qué! Nadie apostó dinero esa vez, a petición de Dore, que no nos quería desplumar, dijo. No sé a qué hora nos fuimos de allí. Miramos el sol ponerse, y abandonamos el lugar."
Comentario anónimo en el blog de Juan Malherido.
http://lector-malherido.blogspot.com/
Hablaron mucho de Rafael Górdito, pero, sin embargo, del cuadro que habíamos ido a ver, expresamente, como en una visita guiada, a la mansión Nenabadan, y que Barceló ["Homenaje a Barceló"; Rafael Górdito, Marsella, 2013, óleo sobre lienzo] quería tener, Asiral y Romale Nenabadan, por la razón que luego se sabrá, no dijeron nada hasta el final de la comida. Lo habíamos visto, Homenaje a Barceló, justo después de ver el retrato de Dore Asthon. El trazo (dijo mi mujer, Etrale, ante el cuadro) recuerda tanto el rococó siniestro y estilizado del italiano Il Lissandrino, como queráis, que a mí -de cualquier forma- me gusta de veras. Alessandro Magnasco, dijo Dore Asthon, el que tanto te gusta. Sí, dijo Miquel, y apretó un poco más fuerte el brazo de su vieja amiga y, como si no estuviéramos allí, Etrale y yo, continuaron andando por las salas, pero ya no era lo mismo, se podía ver, y luego les llevamos a comer. El cuadro estaba en la alcoba nupcial. Había arreglado el baño de ese cuarto más de una vez. El padre, Aicna Lubmaal Nenabadan, me contrató mucho tiempo atrás, así llegué a la familia. La mujer de mi jefe le engañaba. Luego, él murió. La viuda, la madre de Etrale, lo pasó mal. Oreni Dle Nenabadan, como hacía creer a la prensa, ya estaba bien, pero lo pasó mal, por su ritmo maldito, sumergida, ella y sus chulos, en el gasto desproporcionado. No vivió mucho, ni siquiera pudo gastarse la parte que a ella de suyo le hubiera tocado del reparto estipulado en el testamento y que según he oído amañó. Luego, Romale, haría lo mismo. Etrale, la pequeña, no tenía muy buena relación, y de la madre no me habló jamás gran cosa. La muerte del señor Nenabadan, acaso fue cómica y desagradable. La ambulancia que le llevaba al hospital, desatendida, porque el camillero preparaba un vendaje al enfermero, con una brecha en la cabeza, fue el escenario. Mal atado, y bajo el efecto de alguna droga alucinógena, creyendo que nadaba, boca abajo, reventó. Su estilo preferido era el crol. El murete de la cripta que le conmemora (que guarda sus cenizas; que esperaba que alguien esparciera al mar, en parte, y que ahora descansan en el mar, como él exigió), tiene un nadador, plantado en lo alto. Lo que es el crol, decía mi jefe, es coger el estilo que mejor convenga en el momento más oportuno para ello. Luego se volverá a repetir. Romale pensaba de manera parecida y Miquel estaba mosca porque no le había visto en la casa. No sabía qué pensar acerca de la venta del cuadro. Luego, nos reunimos y pasó la tarde, puede asegurarse, agradablemente, pero no se habló del cuadro, lo cual incremento el nerviosismo de Barceló. ¡Ay, los hermanos Nenabadan! Asiral tonteó con el viejo Barceló, y, al irnos, jugó conmigo. Nos alejamos un momento del grupo y nos tumbamos en el jardín, a resguardo. Y recuerdo que nos besamos y me dijo que sabía lo mío con Rodna, o Rodna Cle (se lee junto) Nenabadan, la tercera, mayor que mi mujer. Era una verdadera anfitriona. La vi muy guapa esa tarde. Fue la primera, Rodna Cle, en irse. Bueno, no quiero ponerme excesivamente melancólico, la comida estuvo bien, y en ella, se habló de todo. Europa es el pueblo de los locos, no sé si de los locos refinados, o de los locos cuerdos, o de otro tipo de locos, por ejemplo se dijo. Me lo pasé bien, y no siempre me quedé descolgado por el tema del arte, que a mí no me interesa. Fue una tarde memorable. Reía y opinaba y estaba en la conversación, pero con el discurso justo (aunque no todo el rato). Me lo pasé muy bien. Miquel, por ejemplo, habló del descuento que había obtenido de Hacienda, no sé cómo se llamaba, pero tenía un nombre específico. No importa. Miquel daba, por lo visto, cualquiera de las obras inútiles en inventario y no vendidas y se ahorraba una pasta. Era un negocio redondo, y Asiral le sugirió que la comida la pagara él y todos nos reímos. En un plano más serio, Rodna Cle le dijo a todos los de la mesa que a los dos años y medio la habían apuntado a un colegio especial. El síndrome de Asperger, en la actualidad, no es un enfermedad muy grave, dijo. Me emocionó, aunque en ese momento no abrí la boca. Lucía el sol y había muchos árboles a nuestro alrededor, y Asiral hizo un par de chistes, a propósito, por cambiar de tema, que los chistes siempre van muy bien para cambiar de tema, y alguien dijo algo y otro alguien contestó, y luego se volvió a preguntar acerca de cualquier futesa y todos volvimos a reír. Es dificíl contar los chistes que se contaron, y hasta eché una cabezada. Pensé en una gasolinera con un restaurante, a la salida de Madrid. Lo único que tenía en común con el sitio donde estábamos, era estar ambos en una carretera que salía de una gran ciudad, pero ni siquiera era la misma. Luego, al levantar, aspirando involuntariamente una bola de cocaína, creo que de mano de Romale, tomé impulso. Debió caer al suelo, pero eso no evitó que se me quitara el sueño y me pusiera lenguaraz y dijera tonterías. Estuve diciendo tonterías, que, bueno, no hicieron el efecto esperado. Luego, hablaron un poco del cuadro "Homenaje a Barceló". Por fin, pensaría Barceló. Hablemos del cuadro para que la acción encuentre un armazón y nos podamos entender. El cuadro recuerda a Magnasco, como decía mi mujer en la mansión, y dentro del cuadro, tenemos una piscina vacía y gente preparada para un juicio, una piscina y un tribunal, y a juicio de ese tribunal, un lavabo de lo más corriente y moliente del que salen sapos y culebras y serpientes y el revolucionario Mao, que cruza los dedos con una mano, mientras, con la otra, realiza un gesto (el símbolo de los herreros alquimistas), un conejo chinesco de toda la vida, lo digo por quitar un misterio de en medio donde yo creo que no lo hay, por despejar las sombras y avanzar en el relato. Pero, como ese día no lo sabía, fue lo que pregunté. ¿Tiene algún significado? ¿Tenía algún significado? ¿Había alguna expiación en ello? No sé qué cara puse. Me había parecido que Dore decía algo parecido, sino ni abro la boca. Me había parecido que Dore hacía esa pregunta (poco antes, en inglés) a Romale, y sólo pretendía contemporizar, quedar bien con la gente. En la obra de Rafael no hay dolor, ese ser ambiguo o múltiple que es Mao no pretende decir nada. Me pusieron a parir. Eran unánimes en esa opinión, no sobre ponerme a parir, sino sobre Mao. Bueno, con todo, el tema les encandiló, y yo creo que acerté, pues volvieron a hablar otro rato. Me quedé pensando, pues tenía sed, en que no había agua ni camareros ni otros clientes alrededor y que todo me parecía raro.
Pensé en el plato que siempre me pedían mis padres el día de mi cumpleaños, cuando te insisten en que tú tienes un plato preferido, o un color preferido. Lo pensé de nuevo, creo que casi había soñado con ello. Luego recordé la piscina vacía, la del cuadro, porque yo el cuadro lo había visto y podía opinar, y recordé que a Miquel, una deshidratación, a punto lo deja en África, que casi se muere allí. Me salió un gallo al decirlo. Lo dije un par de veces, y me volví a meter en un jardín incómodo. No le gustaba el tema. Lo pensaba muchos días, pero aquel día, al parecer, lo había pensado demasiado. Pensaba en ello, pasándolo mal, mientras miraban, él y Asthon, el cuadro de Asthon, antes de que ella pidiera una silla para sentarse, los cuatro juntos en la mansión Nenabadan. La verdad es que Barceló no me habló de todo esto, pero sí dejó caer una o dos frases. En la comida apenas me habló de ello, tuvieron que pasar unos días. Pero sí dijo, no recuerdo el momento, que los viejos pierden la capacidad de sentir sed, y lo dijo, en un tono -además- muy pesimista. Bueno, dijo Barceló, volviendo al cuadro, decidiéndose por fin a sugerir una posible venta del mismo, ¿me lo vendéis o no me lo vendéis? No, no te lo vendemos, dijo Romale, te lo vamos a prestar. Y le habló de los masaliotas, una extraña historia de un pueblo (curiosamente) africano. El pueblo me parece que se llamaba los masaliotas, creo que sí. Le dijo que los amigos que se separan, intercambian préstamos en dinero, que hay que devolver en el más allá, terminó Romale su discurso. Y de ¿qué trata todo eso?, dijo Miquel, ¿en el fondo?, y se quedó mirando a Romale, pero se quedó mirando a Romale como Dore se había quedado mirando a Miquel toda la vida. En el pasado, una madura Dore Asthon, fue amante de un jovencísimo Miquel Barceló. Dore, quizá le enseñó la mitad de lo que sabe, durmiendo en el mismo saco en una playa de Lisboa, o de las cercanías, y leyendo a Pessoa. La famosa mirada de fuego de Dore Asthon, por lo tanto, se dibujaba en el rostro de Barceló, y nada le fue más difícil en esa tarde, o así me lo parece, a Romale, con las ganas que tenía de quedar bien, que cambiar de metáfora. Barceló, después de esto, aunque no sabía si le habían regalado o no el cuadro (todos habíamos bebido mucho) le dio las gracias. En esas, unos minutos después, le piden el vaso de agua, que a él si le quedaba. ¿Qué dices, Romale? Soy Rodna Cle. ¡Ah, sí, Rodna Cle!, perdona. Miran el agua. Miquel, que hace retroceder la silla, un poco confundido, todo hay que decirlo, le dice que sí, que sí, que se la beba, que se la beba toda, que él no la quiere, o que él no la necesita, no se sabe muy bien lo que dice. A Barceló le sentó fatal. Para colmo, Dore Asthon pidió entonces que llamáramos a un camarero para transportar una mecedora. La gente de la cocina debía de tener algún problemilla con el jefe y no atendían, así que nos dispusimos a hacerlo nosotros. Y no sé quién habló de las parodias de Rafael Górdito mientras estábamos en la faena, y de las parodias de Eduardo Arroyo y las parodias de no sé quien. El cuadro que hacíamos, indudablemente, no le casaría mal a Michelangelo Antonioni. Romale, Miquel y yo, mientras transportábamos trabajosamente aquella mecedora, podíamos parecer cualquier cosa. Hablaron, en la mesa, de la obra de Barceló. Le tenía a mi lado, a Miquel, y parecía una caja que contuviera una bomba a punto de estallar, y sudaba mucho y se veía un poco febril y bastante borracho. Me dijo, sin prestar atención a lo que se decía de él, una cosa que me hizo empezar a lamentar haber hablado antes tan a la ligera. Me preguntó si no era cierto que volando se pierden cantidades ingentes de agua, de masa corporal.. No supe qué contestar. Luego, cuando hicimos el transporte, y estando de nuevo sentados, trasegando alcohol, sin saber qué coño pasaba con los camareros, Barceló cedió a su angustia una de las sillas sobrantes. Puede parecer increíble, pero habló, y justo cuando empezaba a animarse, a decir algo, Doré le cortó. Lo recuerdo. A ver, ¿por qué has dicho eso?, interrumpió la vieja amiga, mirándole de hito en hito. Miquel había dicho que el agua era el gran tema del desierto... Asiral, que les miraba y se preguntaba qué juego se traerían entre manos, dijo, a lo mejor lo ha dicho por decir algo en voz alta. Les miraba con simpatía. No, en serio, dijo Dore. Dore dijo que había tenido un deja vú. He tenido un deja vú de lo más extraño. Me veía enfrente de mi retrato (señaló a los Nenabadan, jocosamente, cuya casa había servido de marco para el deja vù), hablando del cuadro que de mí ha hecho Rafael, mientras pensaba que ya había vivido ese instante, pero que con el deja vú llegaba la experiencia de una Dore Asthon que había nacido en el desierto. Bien raro, dijo Asiral. ¿Qué desierto?, dijo Romale. ¿De tu tierra? Sí, dijo Dore Asthon contestando a la vez a los dos, Acatama. Norte de Chile, dije yo. Sí, dijo Etrale. Nunca he estado en el desierto de Acatama, dijo Dore. Y luego, mientras se balanceaba bajo el sol del otoño, se extendió en el recuerdo de lo que había sentido, y seguía sintiendo y aseguraba nunca iba a poder olvidar. Bueno, Dore Asthon contó aquella extraña historia de la que todos sacamos punta, una punta más o menos absurda, y ya se desentendió, quizá no era del todo cierta. Lo que sí sé es que afectó profundamente al mallorquín, con todo, aceptando a regañadientes, como si dijéramos, esa patata caliente. Mucho me temo que fue así. Asiral lo notó. Barceló la miró, no supo interpretar su mirada, y entonces reincidió en el tema del cuadro, Homenaje a Barceló, que ya le habían regalado. No te he entendido, dijo éste, Asiral, ¿el cuadro me lo vendéis o no me lo vendéis? No, no te lo vendemos, Miquel. Te lo regalamos. Piensa que, al hacerlo, se nos ha pasado por la cabeza que nos gustaría ser un poco más amigos, o estar un poco más en contacto, contigo, quiero decir, Romale y yo. Como dice At-Tanukhi, dijo con su quebrada voz de borracha, medio adormilada, Dore Asthon, cerré los ojos para no tener que ver como me moría, nacimiento y muerte, dijo seguidamente, y se reía muy potente, no como un joven, ni como un varón, aunque con una rotundidad que se le podía confundir. Y ahora, a ver, ¿por qué has dicho eso, Dore?, preguntó Miquel. Dore, desde la mecedora, dijo que bromeaba. ¿Bromeabas? Sí, bien, bromeaba con lo del desierto de Acatama, Miquel, por quitarle peso, tal vez, no lo sé, y lo dijo, riéndose, Dore Asthon, pero riéndose, de hecho, todavía más que antes, mientras se balanceaba, ajena al paisaje que no veía, según aseguraba, pero quizá mentía también en esto y seguía teniendo una mirada de lince. Pidió unas cartas, ya las había pedido varias veces. Asiral se levantó y se sentó con ella. Barceló no decía nada. Dore Asthon dijo lo que dijo y afectó a mi amigo y luego hizo un viraje a lo general y se desentendió, como se suele decir, y con ella, todos los demás. Aunque el tema, todavía circuló de aquí para allá unos minutos, como en duermevela, crispando más a Miquel, tal vez, hasta irse a enterrar, es lo más probable, debajo de un recio olmo que le hacía de refugio a una camada de perros que había por allí, muy cerca de nosotros, casi tocándonos, retozando, los perros, generaban en el cuadro general una mayor sensación de despliegue, por decirlo de alguna manera, floral. Fue más o menos en ese momento, cuando la generosa Asiral Nenabadan, pues de ella había salido la idea de regalar el cuadro "Homenaje a Barceló" a Barceló, me dijo, mi padre te apreciaba mucho. Me lo dijo desde la mecedora. Todo el mundo la escuchó. Mi padre siempre decía que había que encontrar formas ingeniosas de resolver problemas, como en el estilo crol se busca siempre el mejor movimiento, sin reglas precisas, eso era lo que decía mi padre de ti, comparándose consigo mismo, comparándolo todo con la natación. Me hizo gracia el recuerdo, no por la muerte, sino porque el padre y yo habíamos filosofado mucho sobre el hecho, y habíamos llegado a la conclusión de que lo único que merecía la pena era seguir el estilo crol, que era como seguir todos los estilos al mismo tiempo. ¿El estilo crol?, dije. Luego lo repetí, aunque sin un tono especial, sonriendo. Efectivamente, dijo ella, ni más ni menos, el mejor estilo del mundo, ¿no te parece?, preguntó, a su vez, ya no tanto mirándome a mí, como mirando a su hermana. Rodna Cle, sin embargo, prefirió eludir el tema y sacar a relucir, más bien, y mirando a mi mujer, sin ninguna mirada especial, las acuarelas de las que hablaban antes, acerca de la obra del francés, o de cualquier otra tema, nada importante, no lo recuerdo bien, es de lo que prefirió hablar Rodna Cle. Mi mujer y Rodna Cle hablaron mucho, y mujer y yo ya no vivimos juntos. Aquel día, recuerdo que también, hablaba mucho por teléfono. Me puedo imaginar con quien. En fin. Rodna Cle (con candor, como sumergiéndonos a todos en él, dándonos un baño de frescura, se podría decir) también tomó asiento, entre Dore y Asiral. Dore decía que los mejores vinos son los que se toman en el extranjero, da igual que sean extranjeros a su vez, y Rodna Cle le servía vino. La recuerdo hablando con Asiral, hablando con Etrale, o conmigo. La echo de menos. No la volví a ver. Rodna Cle dejó de tomar el medicamento prescrito, y fue como si volviera al siglo XX, o a comienzos del siglo XXI, cuando todo esto del Asperger, estaba controlado pero tenía sus días, y no siempre se acertaba. Pocos días después se mató con el coche de un amigo (me ha costado mucho escribir esta frase). El sol iluminó por unos instantes la cara de la vieja Dore Asthon, que, mientras tanto, dijo.. la parafernalia habitual del gorditismo, que... como la parafernalia habitual del cubismo, Rodna Cle, o la para.. Llámeme, sino le importa, Cle. Muy bien, Cle, a condición de que tú me llames a mí Dore, dijo Dore Asthon, tan amable. Sí, claro, dijo Rodna Cle, y Dore continuó. Me dejé ir, hablaba tan bien, Dore, que me dejé ir y no escuché nada de lo que contó. Era ya tarde. Pensé, como decía antes, en la comida que me pedían el día de mi cumpleaños mis padres en un restaurante de carretera. No se parecía a éste, que tenía jardines y un bosque delante y no sé qué más. Era un sitio muy bonito. Pensé en llamar a casa, y reconciliarme con mis padres, presentarles por fin a Etrale, pero tampoco me vi con el ánimo de desandar el mal kafkiano, si había salido de Praga, a Praga no iba a volver. Y, cuando volví en mí, después de mezclar el recuerdo de la comida de aquellos días y la de la tarde que cuento (pues eso había pedido), Miquel estaba hablando, con la boca ciertamente pastosa y muy pesado, que quería viajar a Frankfurt por tierra, que quería viajar en coche, o en tren, si no en calesa o andando. Me perdono esta pulla, le quiero mucho, pero a veces se pone muy irritable, y lo peor es que, como Barceló es tan buen actor, no te enteras, y al final, sales perdiendo, porque te confunde y cabrea mucho más. ¿En qué piensas?, me dijo éste, de repente y taciturno. Le dije que pensaba en mi pasado. Un descampado iluminado por el sol, dije. Toda la mesa empezó a escucharme, y luego fui muy sentimental y muy blando, imagino, y lo dije, dije todo, más o menos, como lo llevaba dentro, y después me quedé callado, presa del desconcierto. Me empezaron a escocer los ojos y me los froté, y dije.. soy Asperger y me cuesta entender las caras, yo también fui a un colegio especial para aprender a hablar cuando tenía dos años y medio, como Rodna Cle.. Y antes de acabar esta frase, la portadora del nombre que iba a pronunciar, al menos dos o tres veces más, dijo que nos podríamos ir ya. Y casi pasó eso. En torno a mi solar soñado era otoño en todos los árboles, aunque allí, en el recuerdo de la infancia, no había ninguno, dijo Dore Asthon, quizá recordando a Pessoa, parafraseándole, tal vez, aunque no dijo nada de Pessoa (por ejemplo, que Pessoa recordaba haber vivido en sitios que no había pisado, como ella con Acatama). No era una conversación intrascendente, pero cayó fatal. No por la conversación, sino por mi forma de contar, y creo que allí se precipitó la reunión, o cada uno, en el discurso de despedida que tenía preparado, desbarró un instante más, más profundamente, más patéticamente, hasta hundirse en el hoyo de sí mismo que se temía encontrar... Asiral reanimó a la mesa, y dijo varias cosas simpáticas y a mí, no pienses en esas cosas, y allí se acabó todo. Asiral es una grandísima mujer, todos los Nenabadan, más o menos, se han portado siempre bien conmigo. Luego, besuqueándonos en la hierba, escondidos, Asiral me diría lo de su hermana. Todavía recuerdo cuando mi padre te contrató, dijo. Al principio, le dije, no hacía más que soportarme. Tu padre se portó muy bien conmigo pues era un patoso y no tenía donde caerme muerto. La casa Nenabadan, el mantenimiento de la mansión, me enseñó mucho de la vida. Apreciaba tu estilo, dijo Asiral. Le di las gracias y nos fuimos, después de besarnos lánguidamente, sin mucho deseo por ninguna de ambas partes. Barceló no podía quitarse de la cabeza el problema del agua, y seguía empeñado en viajar en tren o en autobús a Frankfurt. La señora Dore Asthon (Viajaban al día siguiente a Franckfurt a una Bienal, sí, pero, en un principio, ni siquiera iban a viajar juntos. En ese momento, todavía tenían billetes separados, en vuelos distintos, quiero decir), le miraba, agarrándole del brazo, sujetándose en él, y le decía que no le entendía. No te entiendo, Miquel. Te he dicho que quiero encontrar una partida de cartas antes de acostarme, que sé de una o dos que hoy estarán en activo en el destino a donde vamos, ¿por qué insistes? ¿Insistir?, dijo ofendido Barceló. Bueno, a lo mejor un poquito, sí. Pero, ¿sabes?, Dore, así tendremos más tiempo para charlar, ¿qué te parece? ¿te animas? Dore, por supuesto, le dijo que no. No tenía tanto tiempo para perder, dijo, y luego, con cajas destempladas, lo mandó a pagar, o a por un camarero, ya que nadie venía, y poco después nos fuimos de allí. Sólo queda por relatar, dentro de mi pequeño trozo de historia lleno de sombras, que, antes de que la señora Dore Asthon empezará a filosofar sobre las gambas al ajillo que yo no me había podido comer, regresó Barceló, y dijo que no había nadie en el bar, en las mesas del interior, o, al mirar fuera, coches en el aparcamiento. Nadie dijo nada. No entraré en detalles. Querer relatar todo esto sería puro despilfarro. Rodna Cle se marchó y nosotros inspeccionamos el restaurante. Lo inspeccionamos y Dore perdió el vuelo, pero allí, entre los trapos de cocina, encontramos por fin una baraja de cartas, y jugamos unas manos, bebiendo buen vino y mucha agua, con Miquel riendo sobre esto y sobre mucho más. Parecía que sí, que se habían marchado por cualquier razón incomprensible, decía, y se ponía morada a agua, casi le da un empacho. Los camareros, lo más seguro, es que imitaran a los ciervos que posiblemente habitaran el bosque que habíamos tenido enfrente durante toda la comida en la que Asiral y Romale le regalaron ese cuadro caro a Miquel, imagino que no hace falta buscar más explicaciones, y se hicieran un poco más amigos, como él vaticinó, al estilo masaliota. Todo tan raro, pero así fue, ¡quién sabe por qué! Nadie apostó dinero esa vez, a petición de Dore, que no nos quería desplumar, dijo. No sé a qué hora nos fuimos de allí. Miramos el sol ponerse, y abandonamos el lugar."
Comentario anónimo en el blog de Juan Malherido.
http://lector-malherido.blogspot.com/
4 comentarios:
¿ Malherido?
Con un comentario tan largo es para estar muerto...
Luna
Saludos
El pobre Juan ha soportado tantos insultos que se ha visto obligado a cerrar los comentarios. Una pena, porque los había de mucha enjundia. Aunque sigue siendo uno de los blogs más chispeantes, frescos y divertidos de la red, con el cierre de los comentarios ha perdido mucho.De lo bien que escribe Juan, ni te digo. Pásate por allí de vez en cuando.
Te importa resumírmelo? (tannn laaaargo...)
XP
it-ita (buena y bonita)
¿Resumir? ¿Se ha creído usted, joven, que esto es un Telediario? ¡Aquí se viene a estudiar! Resumir...resumir...Todo el mundo quiere que le resuman las cosas. ¿Cuantas lanzas, según usted, le sobran a La rendición de Breda? Resumir...
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