viernes, 3 de diciembre de 2010

La morfina de mi mamá y yo

El médico de mi mamá dice que Deukmejian y la DEA
están siempre al tanto de los californianos
que tienen receta médica para tomar morfina, así
que tengo que viajar cinco millas cada semana
para recoger en persona El Triplicado -un papel beige
tan valioso como un cheque bancario-, y luego viajar
otras cinco millas hacia el otro lado de la ciudad
a la única farmacia que vende la morfina líquida
de mi mamá. En el camino paro a comprar la mía en
la tienda Trader Joe´s, del tipo californiano:
jeringas verdes de sauvignon blanc, chablis, chardonnay,
Sebastián Eye of the Swan... Después tomo a sorbos
de un vaso de plástico para atontar la Vida,
mientras le doy de cenar a mi madre a cucharadas.

"Ahora sé por qué tomas vino", me dice
como buena cristiana abstemia, porque
nunca ha aprobado de lo que yo tomo. "Drogada se acerca
una más a Dios", me dice, viendo la Sixtina en el techo
de su casa, inquieta, lamiéndose los labios;
medio centímetro cúbico de morfina del mismo color
que el Windex. Le doy a las mañanas y al acostarse,
en zumo de manzana, una dosis que, para sus 70 libras,
es más fuerte que 100 dólares de heroína L.A.
metida en vena para un drogadicto.

Triste y avergonzada, tanto por su adicción como por su
enfermedad, a veces llora al sorber con un popote la
última gota de morfina de la taza.
Y a veces me imagino a Deukmejian y la DEA tumbando la puerta de la recámara de mi mamá -como conquistadores gritando "Eureka"-, amenazándonos con sus pistolas.
Dos paganas -es cierto- de ojos rojos, drogadas, desnudas, con pecado y muerte.


Joan Jobe Smith

3 comentarios:

Blogger NáN ha dicho...

No conocía a este señor, pero eso tiene remedio.

5 de diciembre de 2010, 9:14  
Blogger NáN ha dicho...

Por cierto, señora, y deberías haber puesto:

Traducción de Juan Hernández-Senter

Ay, ay, ay, qué olvidados somos los traductores.

5 de diciembre de 2010, 9:19  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Cierto: no cité al traductor. Soy un desastre. Además, cambié algunas palabras y modifiqué la puntuación. Usted, que es del oficio, ya perdonará.

Esta es la traducción original de Hernández-Senter:


El médico de mi mamá dice que Deukmejian y la DEA
están siempre al tanto de los californianos
que tienen receta médica para tomar morfina, así
que tengo que viajar cinco millas cada semana
para recoger en persona El Triplicado, un papel beige,
tan valioso como un cheque bancario, y luego viajar
otras cinco millas hacia el otro lado de la ciudad
a la única farmacia que vende la morfina líquida
de mi mamá. En el camino paro a comprar la mía en
la tienda Trader Joe´s, del tipo californiano:
jeringas verdes de sauvignon blanc, chablis, chardonnay,
Sebastián Eye of the Swan después tomo a sorbos
de un vaso de plástico para atontar la Vida
mientras le doy de cenar a mi madre en cucharadas.

"Ahora sé porque tomas vino", me dice,
como buena cristiana, abstemia, porque
nunca ha aprobado de que tome. "Drogada se acerca
uno más a Dios", me dice, viendo la Sixtina en el techo
de su casa, inquieta, lamiéndose los labios,
medio centímetro cúbico de morfina del mismo color
que el Windex. Le doy en las mañanas y al acostarse,
en jugo de manzana, una dosis, que para sus 70 libras,
es más fuerte que 100 dólares de heroína en L.A.
para un drogadicto de venas marcadas.

Triste y avergonzada, tanto por su adicción como por su
enfermedad, a veces llora al sorber con un popote la
última gota de morfina de la taza, y a veces me imagino
a Deukmejian y la DEA, tumbando la puerta de la recámara
de mi mamá -como conquistadores gritando "Eureka"-
picándonos con sus lanzas, dos paganas es cierto,
ojos rojos, drogadas, desnudas con pecado y muerte.

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Por cierto, me he ido al Google a buscar al tal Hernández-Senter y me he encontrado a un señor con barba y mostacho haciendo sandwich con Fox y Bush. ¿Cree usted que será él?

5 de diciembre de 2010, 14:48  

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