sábado, 3 de octubre de 2009

Diferentes especies en lugares diferentes

Porque todas las tierras no pueden dar de todo.
Los sauces se propagan orilla de los ríos,
en ciénagas espesas se crían los alisos,
los olmos infecundos, en montes pedregosos,
feraces son las costas en fuertes arrayanes,
colinas despejadas, en fin, ama el dios Baco
y los tejos los fríos y el viento Aquilón.

Mira la Tierra, cómo la doman labradores
de remotos confines: las casas de los árabes,
que miran a la Aurora, los pintados gelonos.

Por sus árboles pueden las patrias distinguirse:
ébano negro sólo se cría en la India,
y varas de incienso en terreno sabeo.

Del bálsamo que llora de oloroso leño
y la siempre hojosa acacia con sus bayas,
¿qué puedo decir?, ¿qué de los bosques etíopes
su blancura de lana suave?, ¿o de los chinos
cómo peinan las hojas de copos delicados?

¿O la India, los bosques que aquella región cría,
vecina del Océano, en el límite del mundo,
donde no hay saeta que alcanzar pudiera
con un disparo esas alturas de los árboles.

Y no es pueblo torpe si tira de carcaj.

Del salubre limón da el país de los medos
el sabor duradero y los ácidos zumos:
no hay remedio que obre con tanta eficacia
y extraiga el negro veneno de los miembros
que madrastras malvadas pusieron en la copa
pues hierbas revolvieron con mágicos conjuros.

Es un árbol de mucho porte, tan parecido
al laurel que laurel sería si un aroma
echase desde lejos algo menos diferente;
no hay viento capaz de arrancarle las hojas,
su flor es resistente por demás; los persas
contra el mal olor de boca lo utilizan
y con él de los viejos sosiegan los ahogos.




Geórgicas II, 7

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