Los Serdán
Aquiles Serdán fué encomendado por Francisco Ignacio Madero para encabezar la revuelta en el estado de Puebla, prevista para el día 20 de noviembre de 1910.
El 17 de noviembre, el gobernador de Puebla recibió informes de que Madero había llamado a sus seguidores para que iniciaran la revuelta. Ordenó que a la mañana siguiente se realizara un nuevo cateo para detener a los Serdán.
Avisado de que el levantamiento corría peligro, ese mismo día Aquiles Serdán reunió a sus seguidores y propuso adelantarse a la fecha establecida.
En la mañana del 18 de noviembre, cuatro policías al mando del coronel Miguel Cabrera, efectuaron un cateo a la casa de los Serdán. Durante esta acción los antirreeleccionistas ocultos en la casa de los Serdán mataron a Miguel Cabrera, al sargento Vicente Murrieta y capturaron al mayor Modesto Fregoso. Los demás policías presentes en el cateo, Blas López y Manuel Barroso, lograron salir con vida y dieron aviso al cuartel.
Mientras llegaba la policía, los antirreelecionistas se organizaron en el interior de la casa. La mayoría de ellos, al mando de Máximo Serdán, se apostaron en la azotea de la casa, mientras que las mujeres de la familia Serdán y Aquiles permanecieron en la planta baja.
La batalla entre los policías y los antirreelecionistas duró cuatro horas y media y al término de ella habían muerto Máximo Serdán y todos los antirreeleccionistas que estaban en la azotea. Alrededor de las doce de la mañana de ese 18 de noviembre y antes que la tropa entrara a la planta baja a buscar a Aquiles Serdán, éste decidió esconderse en un agujero del piso de su recámara formado por la remoción de las tablas, el cual se había usado para ocultar armas. Su esposa, Filomena del Valle, le ayudó a ocultarse colocando las tablas del piso en su lugar. En ese sitio permaneció durante las siguientes catorce horas.
Como en el saqueo de la casa posterior a la batalla no se había encontrado a Aquiles, se quedó en ella una veintena de soldados custodiándola. De las dos de la tarde a las nueve de la noche no hubo ningún incidente pero a dar las diez se escucharon unos ruidos cerca del comedor que alertaron y asustaron a la tropa presente. Ante la posibilidad de un nuevo ataque de los antirreeleccionistas, se solicitó al cuartel que enviara refuerzos.
Unos minutos después llegaron treinta policías más. Desde las diez de la noche del 18 hasta las dos de la mañana del 19 de noviembre custodiaban la casa cincuenta policías repartidos entre las habitaciones, los patios y la azotea. La casa estaba a oscuras salvo la sala y y la cocina.
Los policías al mando de la tropa, Porfirio Gómez y Francisco Lozano, relataron la muerte de Aquiles. Ambos policías contaron que alrededor de las dos de la mañana escucharon varios disparos provenientes del área del comedor de la casa y que al llegar a ese sitio en él se encontraban ocho o nueve policías contemplando a un hombre muerto a la entrada del comedor. Cuando fueron encendidas las luces, se dieron cuenta que el muerto era Aquiles Serdán y dieron aviso a Joaquín Pita, jefe político de la ciudad, quien al constatar lo dicho por los policías ordenó que el cadáver de Aquiles fuera llevado a la penitenciaría de la ciudad.
3 comentarios:
Creí que lo había comentado. Lo leí y lo comenté mentalmente, dejando el ordenador antes de hacerlo, o algo así.
Y todo porque este relato periodístico me dejó tocado. ¡Una familia que inicia por su cuenta la revuelta! Ahora que llevan ya 105 años muertitos, hasta tiene su vis cómica. En el tiempo de los hechos fue una tragedia... un poco loca.
Una noticia digna de toda revolución mexicana. Potentemente increíble o increíblemente potente (no sé qué elegir).
Aquí es que oímos hablar de la Revolución Mexicana y todo el mundo saltamos: ¡Pancho Villa! Y poco más.Yo el primero. Por lo que escucho y las conversaciones que mantengo, me parece que a los españoles nos importa bastante poco la Historia de los países americanos hispanohablantes. Es lamentable, pero es así.
En todo caso, el texto venía como calza para la ilustración de Fernando Castro, una imagen, a mi parecer, de enorme fuerza expresiva.
Perdón por la tardanza en contestar.
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