jueves, 30 de enero de 2014

Dedos delatores

Por la noche extiendo
los resplandecientes dedos de las manos, que apuntan
en dirección de las rosas, mi cabeza se inclina 
en silencio
a lo floreciente, a lo marchito,
y estos tersos dedos apuntan
en dirección de las olas, mi cabeza se inclina en silencio
a la calma
de los dedos helados que apuntan
en dirección del risco, mi cabeza se inclina en silencio
a quienes permanecen.
Me deslizo dentro de los guijarros del manantial.
Mi pelo ha crecido como trigo, pero no puede cosecharse.
En las noches extiendo
los dedos callosos de las manos, que apuntan
en dirección del lenguaje, mi cabeza se inclina en silencio
a los delgados dedos que hablan,
que escuchan, que apuntan
en dirección de un milagro, mi cabeza se inclina en silencio
a los existentes, no existentes
dedos torcidos que apuntan
en dirección de un sueño, mi cabeza se inclina en silencio
sobre hermosas escenas y pesadillas.
En las noches, sueño que me arrojan a un matadero
La Muerte no es un secreto sino un atisbo.
El alba ha llegado, los dedos todavía apuntan
en dirección de un canto
que alguna vez canté, pero ahora he perdido mi voz.
El sol se ha elevado, los dedos firmes apuntan
en dirección de mi Madre.
Ahí nací, pero ahora la deriva me empuja cada vez 
más lejos.
El sol me ciega, los dedos temblorosos
apuntan en dirección de una ciudad
que celebra mi propio funeral
como si se tratara de un títere
que no da muestras de vida a menos que una mano tire 
de sus hilos.
Mi rostro está manchado de lágrimas, no puedo ver
adónde apunta el último dedo.
Si apunta hacia mi imaginación
entonces es la dirección del tiempo
que también es tu dirección.
Después que alguien dijera que el agua corría muy rápido
llegaste a provocar un torbellino
para ahogarme, para estrangularme
y luego, de pronto, apuntaste con tu dedo
en dirección al vacío.



Mo Mo

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