lunes, 25 de junio de 2012

La vaca está en quien la escucha

“La Naturaleza nos es revelada por quien va hacia ella, no como concienzudo observador, sino con plenitud de vida. Se entrega a este último para revelarse. Para un corazón desbordante, la Naturaleza es algo más que una figura retórica. El canto del mirlo silvestre es un trozo de ópera. No lo es tanto por la composición como por los acentos, el tono, las medidas tiernas de una melodía inspirada por la mañana y el atardecer eternos. Calidad del canto y no de las notas. En el canto del peawai hay calor opresivo, pero en el mirlo, aún cuando cante al mediodía, es la frescura fluyendo del seno de las fuentes. Tan sólo el mirlo nos habla de la riqueza y el vigor eterno de la selva. Todo el secreto de las cosas lo encierra el canto del pájaro, aunque la Naturaleza haya esperado la deuda de la estética para revelárselo al hombre. Cada vez que un hombre oye ese canto, es porque posee juventud y la Naturaleza está en su primavera. Un mundo nuevo se le ofrece, una tierra libre; las puertas del cielo se abren de par en par. El canto de casi todos los otros pájaros-cántico ha sido la compañía de las alegres horas de mi vida, pero el trinar del mirlo me habla siempre de un éter más leve que el que respiro, de una belleza y de una fuerza inmortales. Vuelve más profundo el sentido de todas las cosas que evocan sus acentos. Canta para dar a los hombres ideas más claras y más elevadas. Canta para que reformen sus instituciones, para que pongan en libertad al esclavo de las plantaciones y al preso en los calabozos, al oprimido de la casa de placeres y al cautivo de sus bajos pensamientos.
Lo que llaman genio, es una abundancia de vida o de salud que hace todo lo que dirige a los sentidos (el sabor de esas bayas silvestres, el mugido de esta vaca, que resuena como deslizándose por el flanco de una fértil montaña justo antes de la noche, cuando el fragante rocío perfuma el aire y reina una fuerza y una serenidad eternas, aguardando ese mañana que no oscurecerá jamás). Todos los objetos, los sonidos, los olores, los sabores... se impregnan de una embriaguez salutífera. El encajonado río de la vida desborda en sus orillas, invade y fertiliza grandes extensiones, donde las poblaciones hallan su sustento. Verdadera inundación del Nilo. Somos tan pródigamente sensibles, que estrechamos entonces nuestro destino, y lejos de sufrir y de permanecer indiferentes, nos congratulamos con ello. Y si no hemos disipado el fluir vital y divino, es entonces cuando la circulación de la vida excede a nuestros cuerpos. La vaca ya no es nada: no está en el prado, está en quien la escucha. Me sorprende pensar que debo mi percepción a ese sentido grosero y común del gusto que es el paladar, que la inspiración ha llegado a mí a través de esas bayas que han nutrido mi cerebro. Después de haber comido los frutos simples, sanos y exquisitos de la colina, noto mis sentidos estimulados. Vuelvo a ser joven y, sentado o de pie, me siento más yo mismo.”


Henry David Thoreau
Elogio de la vida salvaje

5 comentarios:

Blogger Jesús Miramón ha dicho...

Desde la primera hasta la última palabra es verdad (y belleza).







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«La belleza es verdad y la verdad belleza»... Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.

(Versión de Julio Cortázar)

La belleza es verdad y la verdad belleza. Tal es cuanto
sobre la tierra conocéis, cuanto necesitáis conocer.

(Versión de José Angel Valente)

26 de junio de 2012, 7:21  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Pero sabes, Jesús, que me perdí la carrera. No tengo perdón de Dios.

En cuanto a tu cita: tengo un debe con Yeats, de quien apenas he leído cuatro poemas sueltos. También con Whitman. En general, con toda la literatura anglosajona, incluido Shakespeare. Es una cosa generacional: los de mi edad leímos demasiado Borges, demasiado Cortázar, demasiado Vargas. Tendría que ponerme con los anglos, pero me da una pereza terrible. Quizá es demasiado tarde.

Otrosí digo: aunque apenas intervenga, sigo a diario tu blog.

26 de junio de 2012, 13:43  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Por cierto: estoy releyendo algunos relatos de Cortázar. Cada día me parece mejor.

26 de junio de 2012, 13:45  
Blogger NáN ha dicho...

Le pasa como a Gardel, que cada día canta mejor. Debe ser un privilegio de argentinos.

Lo de Whitman es poco perdonable: bastante más recio que tu autor en esta cita. En cambio, el título que le has puesto me parece magnífico: un verdadero pensamiento zen.

En este aspecto, me gusta mucho más la sencillez con la que el cultísimo y superfamoso John Berger escribe sobre los meses que pasa en un pueblo de montaña suizo. Si el de las vacas no puede ir a recogerlas, en un valle kilómetros arriba en la montaña, se ofrece él y, como las vacas ya lo conocen, lo acompañan en el descenso hasta el establo.

¡Joder, Jesús! Hace pocos días pasé por tu sitio, que creía olvidado por la escritura, y sigues en pie. No dije nada porque quería leer varios. Voy para allá.

1 de julio de 2012, 15:13  
Blogger QuiaSint ha dicho...

"Somos nuestra memoria, ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos."


Henri Bordeaux

1 de julio de 2012, 19:02  

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