jueves, 30 de junio de 2011

¿El huevo o la gallina?

Y en eso, Evangelo, envidioso por la gloria de los griegos y burlón, dice:

–Acábense esos asuntos que entre ustedes se persiguen para ostentar elocuencia. Más bien, si es tan diestra su sabiduría, quiero que me digan si surgió primero el huevo o la gallina.

–Crees que te burlas –dijo Disario– y sin embargo la cuestión que has planteado es digna tanto de inquirirse como de saberse. Pues haciendo un chiste acerca de un asunto tan vil, has preguntado si brotó primero la gallina del huevo, o el huevo de la gallina; pero esto a tal grado pertenece a los asuntos serios, que con un enorme afán debe discutirse acerca de ello. Y expondré qué cosas se me ocurre que se puedan decir a favor de ambas partes, dejándote a ti cuál de las dos prefieres tomar como más verdadera.

Si aceptamos que todas las cosas que existen alguna vez comenzaron, se pensará con razón que el huevo fue hecho antes por la naturaleza. Pues siempre lo que empieza es aún incompleto e informe, y se forma en su completitud a través de los añadidos de la práctica y el tiempo. Por lo que la naturaleza, al fabricar al ave, comenzó desde un rudimento informe y creó el huevo, en el cual aún no está la apariencia del animal. De ello surgió la apariencia del ave en su totalidad, a medida que el efecto de la madurez avanzaba poco a poco. Y así, cualquier cosa que haya sido embellecida por la naturaleza con variados adornos, sin duda comenzó desde lo simple y de este modo fue transformado por medio de la añadidura de cierto desarrollo. Por lo tanto, el huevo fue creado simple a la vista y con una apariencia similar por todas partes, y de él, la variedad de los adornos de los que resulta la especie del ave fue completada. Pues así como los elementos surgieron primero y, de esta manera, de la mezcla de ellos los demás cuerpos fueron creados, del mismo modo las razones seminales que están en el huevo, si acaso se me permite esta expresión, han de ser consideradas como si fueran elementos de la gallina. Y no de modo inoportuno he comparado el huevo con los elementos de los que está hecho todo, pues en todo el género de seres vivos que nacen del coito encontrarás que el huevo es el principio de algunos, al modo del elemento. Y los seres vivos, o bien caminan o se arrastran, o viven nadando o volando. Entre los que andan, los lagartos y otros semejantes nacen de huevos; los que se arrastran tienen su origen en huevos; todos los que vuelan surgen de huevos excepto uno que es de naturaleza incierta (pues el murciélago, aunque ciertamente vuela con sus alas membranosas, no debe ser clasificado entre las aves, ya que anda en sus cuatro patas y da a luz a crías formadas y alimenta con leche a los que engendra); y los que nadan casi todos nacen de huevos de su género, el cocodrilo incluso con cáscara, al igual que los voladores. Y para que no parezca que he exaltado en demasía el huevo con el nombre de elemento, consulta a los iniciados en los rituales del padre Baco: en ellos, el huevo es adorado con tal veneración, que, a partir de su forma torneada y casi esférica, y cerrada hacia todas partes, conteniendo dentro de sí la vida, se le ha llamado el “simulacro del mundo”. Consta, en efecto, según consenso de todos, que el mundo es el principio de cuanto existe.

Que venga el que pretende que la gallina es lo primero, y que contra estas palabras intente armar su defensa. El huevo no es ni el inicio ni el fin de aquello de lo cual es huevo. Pues el inicio es la simiente; el fin, el ave ya formada; pero el huevo es el resultado procesado de la simiente. Por lo que, al provenir la simiente del animal y el huevo de la simiente, el huevo no pudo ser antes que el animal, así como no puede haber digestión de un alimento antes que haya quien lo coma. Y decir que el huevo se hizo antes que la gallina es como si alguien dijera que la matriz se hizo antes que la mujer. Y quien pregunta “¿Cómo pudo existir la gallina sin el huevo?” se parece al que pregunta “¿De qué modo podrían los hombres haber sido hechos antes que las partes pudendas de las cuales se procrean los hombres?”. De donde se sigue que, así como nadie dirá correctamente que el hombre es de la simiente, sino que la simiente es del hombre, así también, no que la gallina es del huevo, sino que el huevo es de la gallina. Además, si aceptamos, tal como lo dijo la parte contraria, que las cosas que existen han tomado un principio en el tiempo, la naturaleza primero formó completo a cada uno de los animales, y luego les otorgó una ley perpetua para que continuara la sucesión por medio de la procreación. Y en testimonio de que desde el principio han podido existir seres completos, hay incluso ahora no pocos seres vivos que nacen completos de la tierra o del agua, como en Egipto los ratones, como en otros lugares las ranas y las serpientes y otros parecidos. Pero he aquí que los huevos nunca son procreados de la tierra, porque en ellos no hay ninguna completitud; y en cambio la naturaleza forma cosas completas y los huevos proceden de ellas, como las partes de la totalidad. Y para que pueda conceder que los huevos son las simientes de las aves, veamos qué atestigua la definición de los filósofos acerca de la simiente misma, que dice así: la simiente es la reproducción encaminada hacia la similitud de la cosa de la cual aquélla deriva. Pero no es posible encaminarse hacia la similitud de algo que aún no existe, así como tampoco la semilla emana de aquello que aún no existe. Por lo tanto, en el origen primero de las cosas, hemos de comprender que, junto con los demás seres vivientes que sólo nacen de la simiente, de los cuales no se discute que hayan existido primero que su simiente, también las aves han nacido completas con la naturaleza como artesana; y que, puesto que el poder de engendrar está latente en cada ser, de éstos proceden ya los modos del nacer, modos que la naturaleza ha transformado en pro de la diversidad de los seres.

Aquí tienes, Evangelo, lo que puedes tomar por cada lado, y disimulada por un momento la burla, piensa cuál seguirás.


Las Saturnales
Macrobio

7 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Encontré la solución cuando era muy pequeña y prometía mucho

Primero la gallina ¿Quien iba a incubar el huevo?

Un abrazo alpujarreño

Luna

30 de junio de 2011, 11:37  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Parace que Macrobio también lo tenía claro.

:-)

1 de julio de 2011, 12:08  
Anonymous Yo, la donna è mobile ha dicho...

Que noooo... que primero fue el huevo. Un huevo que tuvo que nacer de un animalejo (llámesele gallonejo) y una animaleja (llámesela gallineja) y que por una mutación genética —¡alehop!— nació gallina. Tal y como la conocemos.

¡Tachán...!

(¿No es increíble, todo lo que sé?)

((A mí me parece que sí, XDDDD))

5 de julio de 2011, 20:41  
Blogger QuiaSint ha dicho...

¡María! ¡María! ¡Dulcísima María, Madre querida y poderosa Auxiliadora mía! Aquí me tienes; tu voz maternal ha dado nuevos bríos a mi alma y anhelosa vengo a tu soberana presencia... Estréchame cariñosa entre tus brazos... deja que yo recline mi cansada frente sobre tu pecho y que deposite en él mis tristes gemidos y amargas cuitas, en íntima confidencia contigo, lejos del ruido y bullicio del mundo, de ese mundo que sólo deja desengaños y pesares.
Mírame compasiva... estoy triste, Madre, bien lo sabes, nada me alegra ni me distrae, me hallo enteramente turbada y llena de temor...
Abrumada bajo el peso de la aflicción, sobrecogida de espanto, busco un hueco para ocultarme, como la tímida paloma perseguida por el cazador... y ese hueco, ese asilo bendito, ese lugar de refugio es, ¡oh Madre Augusta! Tu Corazón.
A ti me acerco llena de confianza... no me deseches ni me niegues tus piedades. Bien comprendo que no las merezco por mis muchas infidelidades; dignas de tus bondades son las almas santas e inocentes que saben imitarte y a las cuales yo tanto envidio sinceramente, mas Tú eres la esperanza y el consuelo, por eso vengo sin temor.
¡Madre mía! Permite que yo no toque, sino que abra de par en par la puerta de tu corazón tan bueno y entre de lleno en él, pues vengo cansada y sé que Tú no sabes negarte al que afligido viene a postrarse a tus pies.
¡Virgen Madre! Tu trono se levanta precisamente donde hay dolores que calmar, miserias que remediar, lágrimas que enjugar y tristezas que consolar... por eso, levantándome del profundo caos de mis miserias en que me encuentro sumergida imitando al Pródigo del Evangelio, digo también: "Me levantaré e iré a mi dulce Madre y le diré: ¡Madre buena, aquí está tu hija que te busca! perdona si en algo te he sido infiel, soy tu pobre hija que llora, aquí me tienes aunque indigna a tus favores... te pertenezco y no me separaré de Ti, hasta no llevar en mi pecho el suave bálsamo del consuelo y del perdón.

6 de julio de 2011, 15:42  
Blogger QuiaSint ha dicho...

¿Me abandonarás dulce María? ¿No herirán tus oídos mis clamores? ¡Oh, no! tu apacible rostro ensancha mi confianza, tus castos ojos me miran compasivamente disipando las densas nubes de mi espíritu y de mi abatimiento y zozobra desaparecen con tu materna sonrisa.
Si majestuosa empuñas tu cetro en señal de poder, como eres mi Madre, es tan sólo para manifestarme que eres la dispensadora de las gracias y mercedes del cielo para derramarlas con abundancia sobre esta tu pobre hija que sólo desea amarte y agradecerte.
¡Oh sí! Tú eres el Océano, Madre, y yo el imperceptible grano de arena arrojado en él... Tú eres el rocío y yo la pobre flor mustia y marchita que necesita de Ti para volver a la vida. Que nada me distraiga, que nadie me busque... Yo estoy perdida en el mar inmenso de tu bondad, estoy escondida en el seno misterioso de mi bendita Madre.
Reina mía, confiando en tu Auxilio bondadoso y tierno quiero hablarte con la confianza del niño... quiero acariciarte, quiero llorar contigo... traer a mi memoria dulces recuerdos... derramar mi alma en tu presencia para pedirte gracias, arráncame, en una palabra el
corazón para regalártelo en prenda de mi amor.
Escucha pues, tierna María, mi dulce Auxiliadora, una a una todas mis palabras y deja que cual bordo de fuego penetre en tu corazón, porque quiero conmoverte... quiero rendirlo y quiero en fin que tu Jesús, que tan amable abre sus bracitos sonriendo con dulzura, repita en mi favor nuevamente aquella consoladora palabra que alienta al desvalido y hace temblar al demonio: "He aquí a tu Madre, he aquí a tu hija".
Sí, aquí estoy... aquí está tu pobre hija a quien has amado y amas aún con predilección y que te pertenece por todos títulos... la que descansó en tus brazos antes de reposar en el regazo maternal... la que probó tus caricias mucho antes que los maternos besos... ¿lo recuerdas? Yo dormí en tu seno el dulce sueño de la inocencia, viví tranquila bajo tu manto sin conocer ni sospechar siquiera los escollos de la vida, amándote con ardor y gozando de tus caricias con las que preparaste mi alma y corazón para los rudos ataques de mis enemigos y sinsabores de la vida. Tu mano salvadora no sólo me apartó del abismo en que tantas almas han perecido, sino que me regaló con gracias particularísimas y especiales, dones que reservas tan sólo para tus amados.

6 de julio de 2011, 15:43  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Todo... todo lo confieso para mayor gloria tuya y quisiera tener mil lenguas para cantar tus alabanzas, digna y elocuentemente, en fervorosos y tiernos himnos de santa gratitud.

¡Ah cuando me hallo cercada de tinieblas y sombras de muerte, sobrecogida de angustioso quebranto... cuando mi corazón tiembla ante la presencia del dolor, este pensamiento dulcísimo de tus tiernas muestras de predilección viene a ser el rayo luminoso que hace surgir mi frente, dándome alas para remontarme hasta lo infinito... ¡Oh recuerdo consolador! ¡Bendito seas! Eres la escala por la cual subo hasta el trono de la clemencia y del amor santo y verdadero.

Mas ¡ay!... pronto pasaron de aquella alma los días de encanto... con la velocidad del relámpago se disiparon mis goces infantiles y llegó para mí la hora del desamparo... Madre, no puedo soportar su peso... siento quebrantar al mismo tiempo todas mis fuerzas interiores y necesito que tu mano me sostenga para no sucumbir en la lucha... Ansiosa te busco como el pobre náufrago busca su tabla salvadora...

Levanto a Ti mis ojos y mi pesada frente como el marino en busca de la estrella que debe señalarle el puerto. Me siento como abandonada, semejante a una nave sin piloto a merced del oleaje tempestuoso e incesante... ¡Tengo miedo! mucho miedo de perecer, entre las turbias ondas del agitado mar del pecado... Tengo miedo de la justicia divina a quien soy deudora de tantas y tan especialísimas gracias... pero sobre todo tengo miedo... ¡Oh no quisiera ni decirlo... tengo miedo de serte ingrata, abandonándote algún día y olvidando tus ternuras, pagarlas con ingratitud!

¡Jamás lo permitas, Reina mía! Haz que viva siempre unida a Ti, como la débil yedra vive asida fuertemente a la robusta encina defendiéndose del furioso huracán... ¿Qué sería de ésta tu hija, ¡oh Madre!, sin Ti? Mil enemigos me acechan redoblando a cada paso sus infernales astucias... acosada me siento por todas partes y si Tú no me amparas, ¿quién se dolerá de mí? No me alejes, por piedad, sálvame... muestra que eres mi Madre Auxiliadora; olvida por piedad las veces que te he contristado, reduce a polvo mis pecados, lávame con tus lágrimas y límpiame más y más.

6 de julio de 2011, 15:43  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Tus brazos son el trono de la misericordia, en ellos descansa tu Jesús... sujétame entre ellos para que no haga uso de la justicia contra mí... dile que acepto el dolor que redime si Tú me lo envías, que venga, si es preciso, el sufrimiento aun cuando mi pobre carne
tiemble ante él, con tal que mi alma se torne blanca como la nieve.

Sí, dile a tu amado hijo que yo quiero desagraviar para alcanzar su clemencia, dile que eche un velo sobre mis faltas y miserias y que olvide para siempre lo mala que he sido... ¡María de mi vida! No resta más que la última etapa... mis ensangrentadas huellas van marcando mis pasos en la senda escabrosa de la vida que está por cortarse... mi cansado corazón late aún, sí, porque Tú les das vida y aliento, pero
derrama las últimas lágrimas que manan de él cual candente lava.

Terminará mi existencia y ¿qué será de mí, si mi Auxiliadora no viene en ese momento terrible? ¿A quién volveré mis ojos si te alejas en ese instante? La gracia que te he pedido y tanto deseo para mi agonía, es grandísima y no la merezco, pero la espero con plena confianza y tu sonrisa me alentará. Estoy segura de que aun cuando el demonio ruja a mi derredor, preparando su último asalto, tu mano maternal me acariciará y con sin par solicitud me prodigará los últimos consuelos en mi despedida de este triste valle de lágrimas.

Esto lo sé cierto, lo siento en mí y no fallará mi esperanza... ni un momento lo dudo. Los ángeles santos, al ver las ternuras de que seré objeto en el terrible trance exclamarán también enternecidos: "Mirad cómo la ama nuestra Reina". Esta es la gracia de las gracias, mi último anhelo, mi petición suprema. Haz ¡oh Madre mía! que tu dulcísimo nombre, que fue la primera palabra que supieron balbucir mis infantiles labios entre las caricias de mi buena madre, sea también la última expresión que suavice y endulce mi sedienta boca al entregar mi alma. ¡Madre!... que mi tránsito sea el postrer tributo de mi amor hacia Ti... que sea la última nota de mis cantos que tantas veces se elevaron en tu loor y el ósculo moribundo que te envíe sea el preludio de mi eterna e íntima unión con la Majestad divina y contigo, ¡oh mi dulce, mi santa y tierna Madre Auxiliadora...!

6 de julio de 2011, 15:43  

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