miércoles, 8 de junio de 2011

Agitaciones del alma

“Los hombres condenan en los demás las mismas cosas que en ellos perdonan, elogian públicamente lo que en privado desprecian, y forman sus opiniones basándose más en lo que oyen de otros que en sus propias reflexiones. Así, llegan a estar de acuerdo con otros más por odio a un mismo objeto, por miedo, esperanza, amor o cualquier otra agitación del alma, que como resultado de un verdadero razonamiento”.

Thomas Hobbes
De Cive

11 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

A vuelapluma, te cuento.
Estoy debajo de un cerezo,por el Valle del Jerte
Tengo mi mano izquierda llena de cerezas. Acabo de dejarlas en el suelo, para escribir.
Me apetecía entrar y ver si había algo nuevo.

Sorprende un poco la lectura del texto, escrita tanto tiempo antes de existir internet.

Desde mi punto de vista - equivocado seguramente- se podría aplicar para los blog.

Ese "sobeteo" que hay, me rechina.

Te regalo unas cerezas. Están deliciosas.

Un abrazo

Luna

9 de junio de 2011, 17:51  
Blogger T ha dicho...

O dicho en román paladino, Sir: hay mucho prejuicio suelto.

10 de junio de 2011, 10:18  
Blogger NáN ha dicho...

Nada hay nuevo bajo la luna.

15 de junio de 2011, 11:11  
Blogger QuiaSint ha dicho...

¡Ah, las cerezas! Cuando era pequeño,la familia entera íbamos a coger las cerezas del huerto. Eran unos cerezos enormes, de tronco muy grueso. A mi prima Gabriela y a mí nos mandaban a coger los frutos de las ramas más altas. Los mayores recogían las bajeras. Terminaban antes, y nosotros nos quedábamos allí en lo alto, solos, hasta repelar todas las puntas. Entonces, ella se colocaba en las orejas un babellón en las orejas, a modo de pendientes, y, a renglón seguido, me pedía que me las comiera. Aquel roce de lóbulos y labios era muy turbador. Cuando cumplió once años la mandaron a estudiar a un colegio de monjas de la capital. Esa primavera ya no la dejaron subir a los árboles conmigo. Al año siguiente la mandaron a campamentos. Nunca más volvió. Cuando se murió mi padre, dejé morir los cerezos. El campo está junto a la carretera que lleva al pueblo. Si alguna vez voy, siempre giró la vista hacia el otro lado, hacia los pinos.

17 de junio de 2011, 14:11  
Blogger QuiaSint ha dicho...

No es fácil coindicir con la mayoría de los postulados de Hobbes, incluso sumando la perspectiva histórica, pero hay que admitir que el hombre trata de ser honrado en sus exposiciones. Y eso siempre es un valor.

17 de junio de 2011, 14:29  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Hay muchas cosas nuevas bajo la luna, NáN. Muchas más de lo que parece.

17 de junio de 2011, 15:11  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Responder tarde es no responder. Tómese pues las anteriores como no-respuestas.

17 de junio de 2011, 15:11  
Blogger QuiaSint ha dicho...

La medicación, bien.

17 de junio de 2011, 15:11  
Blogger NáN ha dicho...

gran historia, la de la prima. Me pregunto si los llaman primas o primos por ser el primer objeto de amor.

22 de junio de 2011, 17:04  
Blogger QuiaSint ha dicho...

Es la carne más cercana.

:-)

23 de junio de 2011, 13:34  
Anonymous Anónimo ha dicho...

No sé si es posible una contestación si preguntese algo.
Por intentarlo....
¿ Por qué abandonó los cerezos?

Mis padres no tuvieron hermanos y no pude disfrutar de la experencia de tener primos. Los primos de mis amigas tenían el mismo efecto sensual, cuando levantaban mi melena para colocarme los pendientes de cerezas.
Nunca estuve en colegios de curas o de monjas y para colmo me crié entre cinco chicos. Era mucho más libre que mis amigas que iban a colegios de monjas y tenían prohibido muchas cosas.
Ya puesta, le digo que algunos ratos malos pasé, cuando mis amigas me pagaban para que les contara como era un niño sin ropa.

Con lo que dice Nán, estoy de acuerdo. Ni nuevo, ni viejo, la luna es una cosa boba y paliducha.

Abrazos desde la Alpujarra granadina.

Luna

24 de junio de 2011, 11:56  

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