domingo, 31 de octubre de 2010

Athletic Club

"Al día siguiente, 17 de setiembre, un oficial de Policía con dos guardias que en aquel tiempo eran llamados “cachacos”, procedió a pasar cal sobre el nombre del club que ostentaba la fachada.
Pero, en la misma noche un grupo de socios, capitaneados por Documet y Rosell Santolaya, mientras unos permanecían al acecho en ambas esquinas otros se dispusieron a lavar la cal, que aun estaba fresca; pero, apenas iniciado el trabajo se desató una fuerte lluvia que se encargó de hacerlo, apareciendo en el nuevo día el nombre con más claridad aún que antes.
Juan Larrañaga, relojero, adicto al régimen, que tenía su establecimiento en el frente, al abrir sus puertas por la mañana se dio cuenta de la inutilidad del trabajo de los guardias e informó de inmediato a sus jefes.
Dos días después otra cuadrilla encabezada esta vez por el capitulero Froilán Piro Armas, en la noche, como avergonzados de su acción, empleó alquitrán para borrar el nombre.
Pero parecía estar de Dios que no tuvieran éxito. Un grupo de socios entre ellos Gustavo Peláez, Juan Daniel Arévalo, Manuel Burga Soto, Rosell Santolaya, recibieron el aviso, estando en una fiesta que hacía don Antonio Bardalez, pasada ya la medianoche.
Inmediatamente salieron y al llegar frente al local se dieron con la ingrata vista de una mancha negra en lugar del nombre del club. Ya se habían sumado al grupo, Documet, Leoncio Burga, Eduardo Noriega, y algunos más cuyos nombres no hemos podido conseguir.
Introduciéndose por la reja que entonces servía de puerta al gimnasio, extrajeron la escalera de trepar. En la casa de un carpintero vecino consiguieron un par de botellas de aguarrás y despedazando un pantalón que Eduardo Noriega guardaba en el gimnasio para utilizarlo en los ejercicios, procedieron a limpiar el alquitrán, haciendo turnos y vigilando las bocacalles para evitar sorpresas.
En aquel tiempo, Iquitos, pasadas las doce de la noche casi no era transitado, y en cuanto a vigilancia, mejor que hoy, sólo se oía de tiempo en tiempo el triste silbido de los pitos, que inmóviles los “cachacos” en cada cuatro o cinco esquinas para no dormirse, hacían sonar.
No fueron pues interrumpidos nuestros héroes en la fatigosa tarea.
Al amanecer todos estaban sucios y la fachada limpia como si nada hubiera sucedido, pues, hasta se dieron maña, para que el negro de las letras quedara mas nítido aprovechando el mismo alquitrán que los esbirros de Piro Armas habían utilizado, y cal, que alguien proveyó."


Crónicas de Pacarmón

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