jueves, 17 de junio de 2010

Reginald y la Academia

–Uno va a la Academia en defensa propia –dijo Reginald–. Es lo único que tiene en común con los de pueblo.
–Para ellos es casi una peregrinación religiosa –dijo el Otro–. Una especie de Meca artística, y cuando los buenos mueren van...
–Al Chantrey Bequest.°O ‘legado Chantrey’, la elevada suma de dinero que el escultor inglés Francis Chantrey dejó a la Royal Academy para que adquiera obras de arte realizadas en Gran Bretaña, con la idea de crear una colección de arte británico. El misterio es de qué hablan en los pueblos...
–En los pueblos hay dos temas de conversación: los criados y cómo criar aves de corral. El primero es obligado, creo; el segundo, opcional.
–En su función –continuó Reginald–, la Academia es un fracaso.
–¿Crees que sería tolerable sin pinturas?
–Las pinturas están muy bien, a su modo; después de todo, siempre puede uno mirarlas si se aburre con lo que lo rodea o quiere evitar a algún conocido que se acerca.
–Ni aun eso nos salva. Siempre hay una mujer a la que conocimos en Devonshire, o en Matoppo Hills, o donde fuera, que nos aborda observando lo curioso que es que uno se encuentre siempre con conocidos en la Academia. A mí no me parece curioso.
–Eso me pasó hace poco –dijo Reginald en tono de lamento– con una mujer que aseguraba haberme conocido el último verano en Bretaña.
–Espero que no fueras demasiado brusco.
–Le dije simplemente con persuasiva sencillez que el arte de vivir consistía en evitar lo inalcanzable.
–¿Y quiso anotarlo en el reverso del catálogo?
–No en ese momento. Murmuró algo sobre lo «listo» que era. ¡Mira que ir a la Academia a ser listo!
–Ser listo por la tarde significa no salir a cenar por la noche.
–Ahora que lo dices, no recuerdo si acepté una invitación tuya para cenar esta noche en Kettner.
–Pero yo sí recuerdo con asombrosa claridad que no te invité.
–Tamaña seguridad no es propia de un joven; conque en eso quedamos. ¿De qué estabas hablando? Ah, de cuadros. Personalmente, me gustan; son refrescantemente reales y probables, nos sacan de las irrealidades de la vida.
–A uno le gusta escapar de vez en cuando de uno mismo.
–Eso es lo malo de los retratos; nuestros amigos más resentidos pueden no encontrar nada mejor que pedir que la imagen fielmente distinta que pasa a la posteridad como uno mismo. Odio la posteridad... siempre quiere tener la última palabra. Claro que en lo de los retratos hay excepciones.
–¿Por ejemplo?
–Morir antes de que a uno lo retrate Sargent es ir al cielo precozmente.
–Con el debido cuidado e impaciencia, podemos evitar la catástrofe.
–Si vas a ponerte grosero –dijo Reginald–, cenaré contigo mañana también. El principal defecto de la Academia –continuó– son los títulos. Por ejemplo, ¿por qué llamar a lo que se ve claro que es un riachuelo de truchas con un conejo en primer plano, «Sueño de una tarde de paz imperturbada», o algo parecido?
–¿Crees –preguntó el Otro– que un título debe ahorrar descripciones más que estimular la imaginación?
–Bien elegido, debe hacer las dos cosas. Pongo por ejemplo a mi gata: la he llamado Derry.
–Lo único que eso sugiere a mi imaginación son prolongados asedios y conflictos religiosos.°Derry, o Londonderry, es una ciudad de Irlanda del Norte. Es famoso el asedio de 1689. Claro que no conozco a tu gata...
–No seas tonto. Es un bonito nombre, y además la gata responde a él... cuando quiere. Así, cuando por la noche se oye algún ruido poco decente, se puede explicar sucintamente: Derry y Toms.°Derry y ‘gatos machos’.
–Casi podrías cobrar por el ejemplo. Pero aplicado a los cuadros, ¿no crees que tu sistema sería demasiado sutil, digo, para los de pueblo?
–Toda reforma se cobra sus víctimas. No puedes esperar que el cebado becerro comparta el entusiasmo de los ángeles por el retorno del hijo pródigo. Otro de los encantadores fallos de la Academia es que ninguno de sus genios debe «llegar» deprisa. Uno puede verlos viniendo años y años, como un conflicto balcánico o unas obras en la calle, y para cuando han pintado unos mil metros cuadrados de lienzo, su obra empieza a ser reconocida.
–Alguien que no debe ser contradicho dijo que un hombre tiene que haber alcanzado el éxito a los treinta, o nunca.
–Llegar a los treinta –dijo Reginald– es haber fracasado en la vida.



Hector Hugh Munro, «Saki»

Traducción de Juan Manuel Salmerón

4 comentarios:

Blogger NáN ha dicho...

Saki es un patán de los buenos, que diría Jesús M.

¿Sabía usted que cuando yo m dedicaba a la cosa, traduje un libro de relatos del sudodicho?

18 de junio de 2010, 20:11  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Ha sido siempre uno de los sueños de mi vida: trabajar sin un jefe delante, no importa las horas. Los hay con suerte.

¿Qué libro tradujo? Me gustaría leerlo.

Sirwood

21 de junio de 2010, 11:36  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Si está publicado, claro.

S.

21 de junio de 2010, 11:38  
Blogger NáN ha dicho...

"Animales y más que animales", en la colección Club Diógenes de la editorial Valdemar.

Dicho esto, es como quitarme la careta. Solo me falta darle una foto para que me tanga cazáo.

Pero merece la pena, por Saki.

23 de junio de 2010, 17:38  

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